Luego de las festividades de fin de año la música sigue siendo protagonista, cronista, memoria viva de muchos corazones, de muchas familias ¿Se imaginan estas fiestas de fin e inicio de año sin música?
Hay una banda sonora reconocible, una fiesta para bailar, para cantar, para recordar a los que ya no están o a los que están lejos, se llama chucu chucu e históricamente aparece en la música colombiana como los demás procesos sociales, culturales y musicales de muchos territorios, como la música llanera, el vallenato, la carranga, el bambuco, la salsa y, por supuesto, la cumbia, que ha sido protagonista en varias de esas regiones.
El chucu chucu es una manifestación sonora que tiene pinceladas de cumbia y de la música tropical del centro del país, su historia ha estado marcada por artistas que han puesto a bailar a varias generaciones en fiestas familiares. Diciembre es el mes en el que el chucu chucu adquiere más color y protagonismo, sin embargo, brilla con luz propia durante todo el año.
Chucu chucu es la onomatopeya más hermosa de la música colombiana. Parece difícil de entender, pero es tan sencilla que incluso hace parte de nuestra vida como colombianos. Chucu chucu fue una forma pintoresca de llamarle a la cumbia y a la música tropical en la región antioqueña, el nombre fue dado por el sonido que genera el güiro al tocarlo, “chucu chucu-chucu chucu”.
También simula el sonido de los pasos al bailar, adelante y atrás, por eso este tipo de música, además de recibir esta forma particular de ser nombrada, ha sido también llamada “música para bailar arrastrando los pies”. Pero la historia es más profunda aún, pues el término nació para definir de manera jocosa a una música que no quería convertirse en una manifestación intelectual.
Su raíz histórica y musical tiene dentro de sus anaqueles y memoria a los bailes de salón, a las big band criollas y a la tradición de la música costeña deambulando por Medellín. Uno de los protagonistas de esa influencia fue Lucho Bermúdez, quien dio pie a que una camada de jovencitos, desde inicios de los años sesenta, hiciera una revolución musical que pondría a bailar a todo un país. Los primeros representantes de esa revolución fueron Los Teen Agers y los Black Stars, quienes con regularidad amenizaban las reuniones sociales del Club Unión en el centro de Medellín. Luego, una generación de artistas y empresas discográficas se unirían para materializar canciones que harían historia desde el sentir bailable.
Algunos de los exponentes reconocibles de este pintoresco género son Los Teen Agers, Los Black Stars, Los Graduados, Los Hispanos, Los Falcons, La Típica RA7, Afrosound, Rodolfo Aicardi, Los Golden Boys, Los Éxitos, Fruko y sus Tesos, Gustavo el Loco Quintero, Los Monjes, entre otros.
Y ¿por qué sigue viva esta tradición musical? ¿Por qué se hace fuerte entre jóvenes y viejos? ¿Por qué se transforma en una herencia apetecida? ¿Por qué nadie nos puede robar ese regalo de la vida? Esta música impacta a las diferentes clases sociales y genera en cada individuo, sin distinción, una nostalgia compartida entre generaciones.
Esa melancolía se explica de manera sencilla. El chucu chucu y la música tropical colombiana han tenido una fuerte permanencia en el tiempo, la escucharon los abuelos, los padres, los tíos, fue bailada por las tías y las abuelas, y mientras esas generaciones iban desapareciendo, las canciones se hacían fuertes y se ubicaban en los tiempos de más recuerdo y añoranza, es decir, la época de Navidad y fin de año. Es por eso que ahora se convierte en una excusa para recordar, para revisitar momentos y bailar tristezas y alegrías que ya no volverán. Esta música es eterna y nunca dejará de sonar.