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El amor que derrite a las piedras.
Un momento de amor de Nicole Garcia

22 de abril de 2017
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Tiene mala prensa el romance. Decimos que una película es “romántica” y tenemos que enfrentar las miradas condescendientes de quienes confunden romance con cursilería. Por supuesto, buena parte del cine adolescente de los últimos años ha contribuido bastante a esta equivocación, al remplazar las frases de amor bien escritas de los romances clásicos de Hollywood, por diálogos melosos que dan pena ajena. Permite deshacernos de esa reacción una película como Un momento de amor, que a pesar de sus debilidades y de que no logra que apreciemos a sus personajes como deberíamos, se toma el amor en todas sus manifestaciones (físico, romántico, nostálgico), con la seriedad que se merece si no fuera tan necesario ser cínico para sobrevivir.

El título original en francés, Mal de pierres (Mal de piedras) descifra con más sutileza la trama, pues se refiere a los cálculos renales por los que sufre cada tanto Gabrielle, el personaje que interpreta Marion Cotillard. Aparte de ese dolor, Gabrielle tiene un trastorno emocional que la hace pasar muy rápidamente de la euforia a la tristeza. Como la película se desarrolla en los años cincuenta, es claro que esa es la razón por la que no ha conseguido marido. Hasta que José, un catalán que trabaja en los campos de lavanda de la familia de Gabrielle, acepta el “arreglo” que le proponen para llevarla al altar. Cuando ella se recluya en un balneario para tratarse los cálculos y conozca en el lugar a un militar enfermo que le mueve el piso, la película toma vuelo y se convierte en algo más bello y trascendental de lo que hacían pensar sus imágenes hasta ese momento.

Un momento de amor, que fue selección oficial del Festival de Cannes del año pasado y tuvo 8 nominaciones en la edición 2017 de los Premios César, es una cinta perfecta para explicar la importancia de un buen casting. Marion Cotillard, con esos ojos inmensos de melancólica vigilia, es la heroína romántica ideal. Pero es en la elección masculina donde mejor le salen las cosas a Nicole Garcia, su directora. Si el apuesto Louis Garrel deja a las espectadoras embobadas con su apariencia de ángel abatido, permitiendo que se identifiquen con el deseo de Gabrielle; el físico fibroso y la mirada dura y curtida de Alex Brendemühl, permite que creamos en una paciencia y en una sabiduría de su personaje, que hará que los giros de la trama, unos giros muy bien planteados a pesar de que son más literarios que realistas, sean verosímiles ante nuestros ojos. Otro actor probablemente no lo habría conseguido.

El amor cinematográfico sigue siendo maltratado. Los que hemos amado, los que sabemos que el amor es capaz de derretir piedras y que las sensaciones que produce se quedan en nuestra memoria para siempre, como el primer día, agradecemos que sigan haciéndose películas como Un momento de amor. No tanto porque vayan a ser un éxito de taquilla. Sino porque sirven para que cada cierto tiempo, renovemos nuestra fe.

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