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CUERPOS PUNK “Blue Jean”, de Georgia Oakley.

11 de septiembre de 2023
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Samuel Castro

Una estrategia de los buenos guionistas de cine que esperamos que la inteligencia artificial no pueda imitar, es hablar del presente usando el pasado. Y es una buena estrategia porque permite que los espectadores eviten todas las distracciones que se le

sumarían a ciertos temas contados con una perspectiva actual. En “Blue jean”, de Georgia Oakley, estrenada el jueves pasado, los hechos ocurren en la Inglaterra deprimente y gris de los años ochenta, cuando Margaret Thatcher era Primera ministra y la discusión en los medios de comunicación y en los corrillos familiares se ocupaba de cierta legislación discriminatoria que prohibía expresamente que en las escuelas públicas se enseñara que la homosexualidad podía ser un modelo familiar normal. Si les suena la discusión de algo es porque en nuestro país, tan actualizado y contemporáneo para algunos temas, hay ciertas conversaciones que nos llegan con décadas de retraso, y por eso en elecciones muy recientes aquel esperpento de la “ideología de género” tuvo cabida.

Jean es una profesora de educación física que intenta vivir discretamente pues le incomoda mucho que los demás se metan en sus cosas. Prefiere evitar miradas como la de su vecina cuando la ve compartiendo tiempo con Viv, su novia, y conversaciones incomodas con su hermana, que le reclama por querer borrar su vida anterior, cuando estuvo casada. No es fácil para ella vivir abiertamente su nueva sexualidad y es comprensible, porque es muy probable que su trabajo, que disfruta mucho, peligre si sus compañeros se llegan a enterar de que es lesbiana.

Rosy McEwen, la actriz que interpreta a Jean, que está destinada a ser una estrella, consigue llenar de matices un personaje complejo, menos heroico de lo que aconsejarían estos tiempos de verdades fáciles, en una actuación que nos puede dejar absortos por su sensibilidad y sutileza.

Su vida se complica todavía más cuando entra a su escuela una alumna, Lois, que fuera de las aulas comienza a frecuentar los mismos espacios que Jean, pues quiere ser franca con respecto a su sexualidad, a pesar de la abierta hostilidad que los otros alumnos manifiestan. Jean será confrontada en todas sus dimensiones sociales para que tome partido y serán sus dudas y las consecuencias de sus distintas decisiones las que acompañemos a lo largo de una película cuya gran virtud es permitirse aceptar que la vida no es tan sencilla como nos quieren hacer creer y que hay pequeñas decisiones íntimas que equivalen a epopeyas, por el esfuerzo que suponen para quienes las toman.

Es un acierto que la fotografía y la edición (miren esas disolvencias que usan las luces de las calles para ciertos efectos o el grano de la imagen) emulen a las producciones ochenteras inglesas, porque suman verosimilitud y belleza a una historia que nos

recuerda que el punk, más que un tipo de música o una estética, es una actitud.

Uninconformismo permanente que no necesita de violencias para ser contestatario. Una rebeldía de las ideas y de los cuerpos.

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