Son muchas las personas que opinan de diversos temas en redes sociales, aparecieron con la ola del internet y son llamados “blogueros”. Desconocidos, imberbes, apenas mayores de edad y otros ya maduros, que aprovechan su fama para hacer negocio.
Los hay en diferentes ítems y estilos. Escriben y publican fotos sobre moda, diseño, mascotas, temas específicos como la decoración, el cine y claro: la cocina. En éste último renglón surgieron personajes que ensalzan o destruyen platos y restaurantes, sin recato.
Justo eso es lo que más le critican a los populares “blogueros”: la falta de criterio. Se escucha sobre jóvenes que se molestan con otros “blogueros” porque no los siguen, porque no les dan un “me gusta” o porque no comparten sus comentarios con otros seguidores.
Casos de personajes que salen a comer y luego destrozan el trabajo de un restaurante solo porque tuvieron una noche de pesadez estomacal u otros que endiosan a un cocinero, porque recibieron una invitación a comer y por supuesto una bicoca en dinero, son pan de cada día.
Gabriel Posada, comunicador y estratega de redes, asegura que un “bloguero” debe tener posición y criterio, no es solo cuestión de tomarse autorretratos con un plato de comida. Javier Rodríguez, director de Cámara F.M, asevera que son un anzuelo para anunciantes ingenuos que ven en ellos el atajo para llenar sus negocios.
Al final se quedan con los “me gusta” y sin clientes que consuman los platos bellamente maquillados por los efectos de los celulares. Mónica Arango, relacionista pública, piensa que el número de seguidores no es el indicador de qué tan “influenciador” es alguien, pues los seguidores se pueden comprar al igual que las opiniones sobre restaurantes. Rodríguez señala una necesidad de notoriedad, mientras que Posada critica su elevada crisis ortográfica.
Hay que dejar en claro que los “blogueros” que compran seguidores o reciben dádivas para hablar de un lugar, son tan culpables de la descomposición comunicativa, como los mismos restauradores que los alientan o patrocinan para que hablen de ellos. Queda una pregunta en el ambiente: ¿si son tontos los “blogueros”, o lo son quienes los gratifican para que hablen?.