Suele usar el cine de ciencia-ficción un código de colores a veces demasiado simple: lo que es azul y metalizado es futurista o tiene que ver con naves espaciales. ¡Como si el futuro no pudiera ser rojo o naranja! Y cuando el alienígena al que se enfrentarán los protagonistas, es maligno, la oscuridad reina en la pantalla. Si las pocas luces que hay parpadean, todavía mejor. En una bienvenida alteración de los modelos más repetidos, en Aniquilación, de Alex Garland, disponible desde esta semana en Netflix, aquello a lo que se enfrentará Lena, la protagonista, es luminoso y resplandeciente, una suerte de campo de fuerza compuesto por colores líquidos, como si en el cielo se hubiera derramado aceite y acabara de llover.
De Lena sabemos que es bióloga y que fue militar, aunque ahora sea maestra. Que en el Ejército conoció a su esposo, Kane, quien llevaba casi un año sin regresar de una misión secreta cuando, de repente, aparece en casa muy enfermo. Los acontecimientos girarán de forma imprevisible (y siendo honestos, poco verosímil) y Lena tendrá que volver a enfundarse el uniforme para explorar, junto con otras cuatro mujeres científicas y militares, los parajes que rodea el extraño campo de fuerza del que hablamos.
Es en la etapa de exploración en la que podremos apreciar lo mejor de esta película, porque “el mundo” que recorren, que no es un planeta amenazante, como casi siempre, sino el nuestro, está alterado por “eso” que ha llegado a la Tierra. El diseño de producción de Mark Digby se luce al recrear un lugar donde la madre naturaleza ha enloquecido. Unas plantas de formas particulares son elementos tan bellos que no podremos dejar de pensar en ellos durante un tiempo. Geoff Barrow y Ben Salisbury también se destacan con una música que progresa desde sonidos orgánicos (con referencias a la música country), complejizándose hasta llegar a una propuesta que mezcla hasta ruidos, imitando con esa evolución el crecimiento de un organismo desde que es un par de células hasta que, como le pasará a Lena, sea capaz de simularnos.
Aunque sea apenas su segunda película, Garland maneja bien los códigos visuales del género y es capaz tanto de asombrarnos con los elementos que aparecerán en el cuadro justo al final del movimiento de la cámara (típico del cine de terror) como con el uso de “imágenes en video” que se encuentran los personajes durante su recorrido, cuyo contenido realmente suma tensión a la trama. Lo que no consigue es lograr que sus personajes nos importen lo suficiente como para que nos preocupe su destino, y el hecho de que la historia la cuente la misma Lena (una aceptable pero no brillante Natalie Portman) desde el futuro inmediato -lo que implica que sabemos que no ha muerto- no ayuda mucho en este propósito. Sus pequeñas variantes, sin embargo, hacen de Aniquilación un título apreciable, que le pone “color” y pimienta a un género que peca muchas veces de monocromático.