(...) El crimen organizado hoy es una gran amenaza, está presente en territorios del país, ha mutado a pequeños carteles y organizaciones superespecializadas que son subcontratadas por carteles medianos o por organizaciones internacionales.
Pero no es el mismo crimen organizado que puso en jaque al Estado en los noventa y a principios de este siglo. Eso quedó atrás. Es un crimen organizado que hay que combatir por la salubridad de nuestros jóvenes, por la transparencia de nuestras autoridades regionales, primeras víctimas de la corrupción, y por la capacidad de intimidación que tiene.
(...) ¿Cómo es? Tres organizaciones grandes, de las cuales la más grande, de lejos, es el “clan Úsuga”, para la que hemos formulado una política que está en plena ejecución: hay más de seis operativos.
Y otras dos que son disidencias del Erpac y el Epl (...) pero que son de un tamaño muy inferior. Siguen unas 39 “oficinas de pago”, microtráfico regional, identificadas con sus líderes. Y unas 400 organizaciones de entre 6 y 10 miembros. (...) esa amenaza debe tener todo el esfuerzo del Estado. No solo de la Policía. Ya se decidió, tendrá apoyo del Ejército dentro de los límites del Derecho Internacional Humanitario, y comandos e inteligencia conjuntos.
Esa es la amenaza que queda allí, que no es paramilitar. Es puro y simple crimen organizado. Por más que las Farc lo quieran llamar paramilitarismo, por más que se empeñen algunos medios en llamarlos paramilitarismo. Puede que sean personas que hayan pertenecido a los grupos paramilitares, pero hoy simplemente son bandidos organizados que buscan el lucro a través del delito. Punto. Y vamos a perseguirlos.