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Columnistas | PUBLICADO EL 21 enero 2021

Yo no odiaba

Por Juan Gómez Martínezredaccion@elcolombiano.com.co

No tenía el recuerdo de haber odiado a alguien. En 1987 hubo un ataque armado a mi casa, cuando intentaron secuestrarme por orden de Pablo Escobar. Yo era aspirante a la Alcaldía de Medellín y, ante el ataque, uno de mis hijos y yo logramos repelerlo a bala, después de cinco minutos de un verdadero combate. No sentí odio por los quince atacantes ni por nadie. Lo comprobé años después, cuando era gobernador de Antioquia y, en una visita a la cárcel de Itagüí para asistir a una mesa de paz, dos de los detenidos, alias “el mugre” y alias “el arete” se me acercaron en momentos distintos. Los dos me dijeron más o menos lo mismo: “Gobernador, vengo a pedirle que me perdone por lo que le hice a usted, a su familia y a la sociedad cuando fui a secuestrarlo por orden de Pablo”.

Los perdoné de verdad, no sentí ningún rencor, sentí más bien que esa petición de perdón la hacían de corazón. Lo mismo que me ha pasado con mis sentimientos por los autores de otros atentados como el carro bomba que destruyó mi casa, un intento para envenenarme y muchas amenazas más. No siento odio por nadie.

Alguien me dijo, en tono de pregunta, si yo odio a Santos. No lo había pensado así, pero una persona que atenta contra Colombia y contra todos los colombianos, como lo hizo él, no lo puedo querer, no puedo ofrecerle que lo perdono porque fueron unos actos contra todos los colombianos por ganarse una medallita de importancia internacional. Eso no tiene perdón de nadie. Es que cuando se trata de un acto contra la patria, es algo muy diferente a cuando se trata de actos individuales. La patria no se puede atacar y, cuando se hace, merece el repudio de toda una comunidad.

Veamos algunos casos: Cuando Juanpa –como le gusta que le digamos–, era ministro de Defensa del presidente Uribe, siguió el programa de la erradicación de los cultivos ilícitos que se inició desde el Plan Colombia, en el gobierno de Andrés Pastrana. El año 2002 –final del gobierno Pastrana– terminó con 102.000 hectáreas de cultivos ilícitos. En el 2010, cuando terminó el gobierno del presidente Uribe, eran sólo 61.800 hectáreas. Así recibió Santos la situación de los cultivos ilícitos. Al principio de ese gobierno se continuó con la aspersión con glifosato (no era cancerígeno) y se llegó en el 2013 a 48.188 hectáreas de cultivos ilícitos.

Empezaron las negociaciones de paz y a cumplirse las condiciones impuestas por las Farc. Se suspendió la aspersión con ese producto que se utiliza en la producción de banano para la exportación y en otros, en los que no produce cáncer. En el 2014, terminando el primer período de Santos, ya eran 69.132 hectáreas de cultivos de coca y ese nefasto gobierno le entregó a su sucesor 169.018 hectáreas de cultivos de droga para envenenar a la juventud del mundo. Nada distinto se puede hacer si no es odiar a ese apátrida.

Santos aceptó la no aspersión, aceptó que los asesinos, secuestradores, violadores de menores llegaran al Congreso sin un solo voto. Aceptó que se dividieran en unos disidentes, otros congresistas, otros que cumplieran los acuerdos, otros que cuidaran los bienes mal habidos, en fin, que acabaran con la patria

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