viernes
0 y 6
0 y 6
“No temas rebañito... haceos un tesoro inagotable...”.
Continuando el mensaje del domingo pasado, es inquietante el evangelio para este domingo, pues, leído desde hoy, genera muchas contradicciones e interrogantes; pero a pesar de todo: es válido y verdadero.
Nuestro sistema económico-social, es el sistema capitalista de mercado. Muy de la mano de éste, van todos los sistemas culturales y políticos actuales, por variados y opuestos que sean.
El hombre de hoy, vive en y del mercado. Los días giran en torno a la dinámica de ofrecer para vender y comprar; para gastar y consumir. Es la dinámica del mercado de consumo. Hasta hace algunos años, la oferta era para vender, ganar y acumular ganancias en un sistema alterno de ahorro. Por las ganancias (poder adquisitivo y acumulación), se medía la seguridad, éxito y posición social. La “felicidad”.
El evangelio de Jesús hoy, nos dice que nuestra fragilidad y nuestros temores están asegurados solamente en Dios Padre bondadoso. Nos invita a salir y vender nuestros bienes para darlos a los pobres, dar limosnas. Esto produce como resultado un tesoro(bolsa), que no se echa a perder, se vuelve ahorro inagotable en el cielo. La dinámica de este mercado es: vender los bienes para regalarlos a quien los necesita. Producción “trascendente”, no temporal-pasajera. Si confrontamos esta dinámica con la del sistema actual capitalista, a todas luces nos resulta inaceptable. Un ex–abrupto, que cualquiera se resistiría seguir. Sin embargo, si miramos desde nuestra condición humana, “esencialmente relacional”, no individual(ista); esta dinámica evangélica resulta lógica y no tan elemental como a primera vista, pareciera.
En un sistema económico alternativo, (no centrado en la producción y ganancia individual para acumular poder y seguridad particular; sino en la producción y ganancia para “el bien común”; ahorro y seguridad, no simplemente individuales-pasajeros...), resulta esencial, la invitación del evangelio de “vender para dar”, y además, perfectamente válida y posible. Cuando el mercado vende y gana para todos y no sólo para mí, al final, el ahorro nos asegura a todos; nos hace felices a todos, incluyéndome como sujeto particular. Surge realmente el “bienestar”, siempre referido a los demás, a la comunidad; se aleja la corrupción, el “robo-engaño” para beneficio individual, y aparece, entonces, la forma de atesorar alternativa a la acumulación-individual, que es el compartir. (El Bien común)
La felicidad, el cielo, “la bolsa inagotable”, es posible y real, cuando comprendamos que no va primero al “individuo particular”, sino a la comunidad. Es la bolsa común, de la comunidad. Libre de ser “saqueada-robada” por unos pocos. Cuando comprendamos que el individuo solo tendrá seguridad, identidad y razón de ser; en tanto existe primero, la comunidad: los demás. Sin los otros, el individuo no puede ser. ¡No existe, ni subsiste! Lastimosamente, todavía existe un “YO, individual”, “un ex–abrupto”, pues por el sistema que tenemos, hace muchos años nos acostumbramos a vernos y leernos así. Para concluir: el Evangelio, ¡tenía razón!.