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Hoy 23 de abril, Día Internacional del Libro, quiero invitarles a hacer una reflexión sobre libros y viajes. A propósito del incendio que sufrió la catedral de Notre Dame, muchos han salido a hablar la obra del poeta francés Víctor Hugo, Nuestra Señora de París, porque en ella recrea la magnificencia del templo gótico. Por el tiempo que dure la reconstrucción, los turistas se van a tener que conformar con leer algunos pasajes de la obra del maestro francés.
De la relación tan estrecha que hay entre viajes y libros, quedémonos con la frase que Don Quijote le dijo a Sancho: “el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”. Porque tal vez no hay mejor guía turístico para recorrer la región de La Mancha en España, que el “Caballero de la triste figura” y su escudero. Después de visitar Toledo, una se encuentra con los colores y el paisaje que parecen no tener fin, y entiende en qué se inspiró Cervantes para escribir sobre los molinos de viento.
Conocer a Inglaterra, nunca será lo mismo si no se está de la mano de William Shakespeare y de Oscar Wilde, porque ellos no lo llevan a uno a ver centros comerciales y nada más. Le muestran el corazón del Reino Unido.
Después de leer Estambul, de Orhan Pamuk, es fácil fantasear sobre el río Bósforo en Turquía o sobre las antiguas mansiones otomanas de las que habla el escritor, en una ciudad dividida entre Asia y Europa. ¡Ojalá que la vida nos permita conocer los países de la Europa del Este! Para disfrutar con Sandor Márai, de los antiguos barrios burgueses de Hungría, uno de los países que la historiadora colombiana Diana Uribe diagnóstica como “enfermos de geografía”.
Pero nuestras letras colombianas también nos permiten viajar. Unas de las mejores historias que leí de niña, son los cuentos escritos por Germán Castro Caicedo con el título de “La Sirena de Hurtado”, que recrea los paisajes del río Guatapurí en la costa Caribe colombiana. A veces los libros alcahuetean hasta viajes a otros lugares del tiempo, hace poco estuve en el Suroeste antioqueño de mediados del siglo XIX, en los zapatos de una joven mujer en “De una vez y para siempre”, de una escritora paisa que no me canso de recomendar: María Cristina Restrepo.
O qué mejor forma de recorrer el río Magdalena que de la mano de los personajes de El amor en los tiempos del cólera.
La literatura es el mejor pretexto para hablar de política sin hablar de políticos: en mi época de estudiante de la Universidad Nacional, tomé un curso de literatura e historia con una fascinante profesora de Argentina, me parece escucharla leyendo Sarmiento, Borges y Cortázar, con su acento plagado de “ch” y recreando para nosotros la Buenos Aires de principios del siglo cuando su abuela llegó como inmigrante.
¿ En cuál página les espera su próximo destino?