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Por Norvey Echeverry Orozco
Universidad de Antioquia
Comunicación - Periodismo, semestre 7
norvey.echeverry@udea.edu.co
A esta hora exactamente hay un niño –voy a parafrasear a Mercedes Sosa– que es torturado en el aula de un colegio. No hablo de una tortura física sino psicológica y emocional. Un maestro le dice con gritos que es un bueno para nada por no saber de memoria los símbolos químicos de la tabla periódica. El niño cree por completo que será un bueno para nada en el mundo. Piensa que es un fracaso. Llega a su casa y se pone a llorar. Se siente miserable. Años después, cuando ese niño se gradúe, ¿para qué le servirán esos símbolos? Uno, para llenar crucigramas en este o en cualquier periódico; dos, para ser químico, si eso era lo que realmente quería ser en la vida.
A otro niño, en un colegio distinto, su maestra le dice que es un bruto por no saber cómo hacer una operación algebraica. El niño se hace la pregunta más maravillosa que le puede surgir: ¿esto para qué sirve en la vida? El sistema educativo actual fue creado con el fin de llevar obreros competentes y obedientes a las fábricas. Más de doscientos años después, increíblemente, muchos gobiernos insisten en mejorar la infraestructura de los centros educativos pero no el problema de raíz: un sistema educativo que se ha enfrascado en formar gente muy competente para el trabajo y no para la vida. Pondré un ejemplo: a los niños les hacen aprender de memoria los nombres de los ríos y presidentes de Colombia, pero no la importancia del agua y la democracia para los seres humanos. Enseñar sin contexto es un acto criminal.
Realmente los niños aprenden con la curiosidad y la creatividad, ambas erradicadas de raíz por la educación actual: el niño tiene que ver el mundo como lo ve el profesor (el que tiene, en este sistema nefasto, “todo el saber”), sino lo ve como él es uno de los candidatos para perder el año. Debe comportarse, pensar y vestirse como los demás. ¿Por qué una educación igual para niños que son completamente distintos?
El mundo es millonario cuando es diverso, él necesita cantantes, bailarines, escritores y artistas por igual, ¿por qué el sistema sigue apostando todo por la lógica matemática, restándole importancia a las otras tantas inteligencias? Mientras tanto a otro niño le acaban de decir, como a los dos primeros, que va a quedar lavando carros en un parqueadero.
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