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Columnistas | PUBLICADO EL 28 diciembre 2022

Un reajuste geopolítico

Por David E. Santos - davidsantos82@hotmail.com

Tres acontecimientos del año que termina recalibraron la geopolítica del siglo XXI. Primero, la salida de la peor pandemia que ha visto la humanidad en más de un siglo obligó a los gobiernos a definir prioridades y a aplazar antiguas urgencias. El hueco social y económico ocasionado por el COVID-19 apenas está enseñando su envergadura y tardaremos un largo tiempo en reconstruir lo afectado. La fragilidad de los estados quedó expuesta y la mentalidad política de la ciudadanía se modificó de acuerdo a sus experiencias colectivas y a sus tragedias personales. Este fue un año mixto de una pandemia que se aleja pero que no ha sido derrotada completamente.

El otro gran suceso geopolítico, exclusivo del 2022 que termina, pero cuyas consecuencias internacionales aún estamos lejos de prever es la invasión a Ucrania. Cómo ya lo hemos registrado en esta columna, Rusia pretendió dar un golpe de mesa contundente para recobrar su corona de potencia militar mundial en lo que terminó por ser un salto al vacío de aislamiento político y económico. Más allá de la crisis interna que le ocasionó (y ocasiona) a Putin su error estratégico, la guerra europea reafirmó las viejas alianzas de occidente y fortaleció a una Otan que venía moribunda. En medio del choque de ambas visiones se mueve cuidadosamente China con un Xi Jinping que apuntala un poder como solo Mao logró antes de él.

Por último, pero más cercano a nuestra cotidianidad, el hecho más revelador en América Latina este año es la consolidación de una mirada progresista en el hemisferio con la llegada de Petro a la presidencia de Colombia y el triunfo de Lula en Brasil. Dos pesos fuertes en una región cuyo giro a la izquierda ya contaba con México, Argentina y Chile. La correlación de fuerzas que plantee la derecha en la región definirá el futuro del siguiente lustro político en el que el conservadurismo parece haber perdido el pulso de un continente necesitado, desigual y pobre.

Ahora viene el 2023. El tema, para nosotros, será sin duda alguna el destino de Venezuela. La gran apuesta de las fuerzas de izquierda, una vez reacomodadas, es lograr una salida concertada de Nicolás Maduro del poder y un tránsito tranquilo de Caracas hacia un nuevo gobierno. El presidente colombiano quiere ser protagonista en este proceso y tiene puesto allí su objetivo principal de política exterior. Lo ha dicho públicamente y lo acompaña con una intensa labor discreta. Sabe que de lograrlo habrá pasado a la historia al deshacer un nudo que por más de dos décadas ha parecido imposible. Pero la firma de un acuerdo entre las atomizadas partes de la política venezolana se ve lejana y lo que nos espera es un año cargado de recovecos diplomáticos. De concretarse, Petro obtendría un ascenso significativo como líder en la región y Colombia jugaría en otra liga. La partida está dura, pero las cartas ya están en la mesa

David E. Santos Gómez

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