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No hay que hacer esfuerzos para escribir sobre este Ser que sin ínfulas de grandeza, fue un grande entre los grandes. Disfrutó de las cosas pequeñas y se enriqueció con ellas como su máximo tesoro. Trabajó con alegría y compromiso por la ética, la buena gobernanza, la educación, la igualdad, la paz, la tolerancia, la inclusión, la cultura, la política, la filantropía, entre tantas otras causas.
Fue mentor y amigo, más que jefe, abierto al diálogo, a la discusión y a la inspiración de las personas que con talento, sencillez y bajo perfil, dirigió en tantos años de vida pública, empresarial y ciudadana. Su humildad no era por apariencias, a pesar de ser llamado “Gran Jefe del Grupo Antioqueño”, nunca olvidó que también tenía jefes a quienes obedecer. Ante su Junta Directiva, escuchaba con respeto, y obedecía sus decisiones, sin titubear.
Por fuera de los formalismos y etiquetas, desnudaba su espíritu y traía a sus contertulios y amigos los más exquisitos recuerdos de su vida familiar y personal, haciéndolo un verdadero relator de historias y cuentos.
En vida alcanzó a recibir los frutos de sus enseñanzas y testimonios. Hoy temas como el Buen Gobierno y la Ética que aplican las empresas del llamado GEA y otras que tuvieron la fortuna de contar con su orientación, dan ejemplo a las nuevas generaciones de cómo la transparencia, responsabilidad, el respeto y la equidad, son fuente de riqueza para la sostenibilidad y largo plazo.
Destaco su amistad como un legado. Su figura de hombre público lo obligó a disentir de otros y, posiblemente, perder su amistad, pero jamás confundió su capacidad de libre pensador con el respeto.
La forma de recordarlo es mantener vivas sus enseñanzas y apoyar la construcción de la paz que no logró ver, pero que desde el lugar donde se encuentre seguirá orientándonos hasta alcanzar esa plena convivencia.
Paz en su tumba.