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El desarrollo de vacunas para covid-19 ha demostrado una colaboración y resultados sin precedentes en un corto período de tiempo. Todavía existen muchas cuestiones relacionadas con el desarrollo (por ejemplo, eficacia y seguridad), fabricación y distribución; pero lo cierto es que ya se están aplicando vacunas y aún se están desarrollando otras candidatas en diferentes organizaciones en el mundo. Como dijo una amiga mía en estos días, tener a las primeras vacunas aplicadas aún durante 2020 es de suma importancia y de un significado simbólico incalculable para todos. Esperemos que los gobiernos y los líderes mundiales tengan el buen sentido de brindar un acceso estratégico pero equitativo a la aplicación de las vacunas durante los próximos meses. También es la demostración de que la investigación y la innovación, cuando están impulsados por el bien común, pueden resultar en la creación y captura de valor a una escala global. Esta pandemia ha alineado la agenda de gobiernos, agencias, sectores privado y académico, innovadores y emprendedores, y ciudadanos para enfrentar desafíos globales que van desde los servicios de salud hasta la recuperación económica.
Habiendo trabajado en ciencia y tecnología durante tantos años, creo que esta es otra oportunidad para cambiar y, con suerte, mejorar la forma en que se hacen las cosas. Claramente, los impulsores detrás de la toma de decisiones de investigación, desarrollo e innovación deben ser analizados y cuestionados. Desde el planteamiento claro del problema hasta la financiación y la estructuración y ejecución del proyecto, no hay duda de que se pueden realizar mejoras. Hay un análisis interesante sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas y sus 232 indicadores. En 2019, casi cuatro años después de la adopción de los ODS, el informe de progreso mostró que la mayoría estaban por debajo del cumplimiento de las expectativas iniciales y los objetivos establecidos para 2030. Si es cierto que la medición del progreso de los ODS ha sido complejo debido a la falta de metas cuantitativas claras en algunos indicadores o la ausencia de puntos de referencia comunes en diferentes países dificultando la comparación de los datos. Estas brechas, tanto en el progreso como en la medición, han demostrado, hay que reconocerlo, la falta de acción y capacidad efectiva para catalizar cambios transformadores reales, uno de los propósitos de los ODS. Pero la otra pregunta que debemos plantearnos es la siguiente: ¿qué pasaría si aplicamos todo el conocimiento y la tecnología disponibles en el mundo para abordar problemas y retos sistémicos? Si somos intelectualmente honestos, la cuestión no está relacionada con el nivel de ciencia y tecnología sino con el foco, gobernanza y toma de decisión de los diferentes grupos de interés. Esperemos que la experiencia que se ha vivido con el desarrollo de las vacunas y otras soluciones a problemas globales durante 2020 nos lleve a una nueva forma de trabajar y de impactar el mundo que vivimos: una cooperación internacional ágil a muchos niveles, tales como infraestructura, recursos financieros, personas, tecnología y conocimiento. ¿Ingenuo? Tal vez... pero como alguna vez dije ante lo altamente improbable: tengo en mi todos los sueños del mundo.