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Si pido derecho al trabajo es porque me comprometo a ser productivo, si reclamo respeto es porque voy a respetar, si educación es porque seré cada vez mejor.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Reclamo, a la que llegan sociólogos y psicólogos, los unos hablando de inclusiones sociales y los otros de no ir a generar traumas (lo que está bien); acompañados de los que piden que se les respete la personalidad (la escala de géneros) y los que reclaman hablar políticamente correcto para no causar humillaciones, los aborígenes que se toman lo ancestral porque han regresado sus dioses y las feministas que denuncian actitudes patriarcales, al lado de machistas empecinados en ser machos alfa, seguidos por los que exigen empleo pleno y educación completa y actual, los que discuten hasta dónde llega el gobierno y el capital, la libertad y el control; los conservadores que determinan que está permitido y prohibido según las costumbres, los liberales que esgrimen teorías sobre la circulación de la propiedad y la industrialización necesaria, los libertarios que explican que cada cual se debe defender como pueda y no estar pidiendo subsidios, los antiambientalistas empecinados en que no pasa nada y si sucede es porque existen ciclos en que la tierra se calienta y se enfría, etc. Y así la fila es variada y los derechos se mueven como una brújula enloquecida.
Desde que aparecieron los derechos del ciudadano en la Revolución Francesa, la situación humana cambió: tengo derecho a la vida (a ser niño y llegar a una buena adultez y vejez), a creer en lo que quiera, a elegir y ser elegido, a ser igual en condición ciudadana (estar incluido en la sociedad), a trabajar en lo que quiera y a saber cómo funciona el mundo con todo lo que contiene. Estos derechos básicos, que tocan a cualquier origen y raza, se consideran fundamentales. Pero solo funcionan cuando a partir de lo que me protege aparecen los deberes, pues no se trata de reclamar sino de hacer que el derecho funcione convirtiendo en humanos a quienes piden cobijo en él.
Así, si pido derecho al trabajo es porque me comprometo a ser productivo, si reclamo respeto es porque voy a respetar, si educación es porque seré cada vez mejor, si libertad de creencias es porque crearé sociedades buenas fundando escuelas y sitios morales de trabajo, si exijo no castigo es porque haré lo posible por no cometer errores, si justicia es porque me seré justo, si así es mi personalidad, entonces daré ejemplo con ella. Y los deberes continúan, pues el derecho no se legitima sino a través del deber cumplido. Para reclamar lo humano, debo ser humano, de lo contrario no entendería la razón (fin) del derecho.
Acotación: estamos viviendo la edad de la inocencia evadiendo la de la razón. Queremos que nos den y no dar, que nos respeten irrespetando, que nos reconozcan sin reconocer, etc. Y así, en ese baile de derechos que evaden los deberes, reclamando sin aportar, perdemos la libertad del buen ejemplo, que es la base de la dignidad.