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Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

¡Tan alzados!

hace 15 horas
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Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Me advirtieron que las vías estarían cerradas por las marchas de los estudiantes, pregunté por el motivo de la protesta y mi interlocutor no supo justificar, similar desconcierto tuvo el taxista que solo afirmó, “salieron los petristas”. La protesta ante la inconformidad ha estado siempre, así como las formas repetidas de protestar que caen en el resumen de revuelta. Alguna vez, sobre la forma en que transcurrían las marchas; planteé que pudieran hacerse a modo de una fila de manifestantes en silencio, tan larga que llamara la atención pretendida, sin tanto traumatismo vial. Se rieron de mí, porque las marchas no buscan mitigar daños, lastimosamente buscan la alteración y la zozobra. El reproche se ha vuelto común y corriente en cuanto a la violencia con que se ejerce

Lisístrata, el personaje de Aristófanes (450-388 a.C), promovió la primera huelga feminista, convenciendo a las mujeres de los bandos en guerra para que se abstuvieran de compartir sexualmente con sus esposos y amantes hasta que cesara el fuego. Esta comedia griega se materializó en anécdotas y campañas, en Colombia. En Pereira (2006), las esposas de pandilleros buscando reducir la violencia, privaron a sus parejas de relaciones sexuales. En Barbacoas Nariño (2011), las esposas se declararon en cese sexual para mejorar condiciones viales con Pasto. No sé si pertinentes, al menos singulares. Sin ojos rabiosos, ni capuchas, en España, vi en una esquina a estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid llamando la atención, megáfono en mano, por el estatuto estudiantil que, según decían, atentaba contra sus garantías. Similar modo presencie en el andén del New York Times hace un año. Durante cuatro días seguidos, aproximadamente 20 empleados del área informática, hacían una ronda con carteles alertando por la posible pérdida de garantías laborales. Los transeúntes compartíamos andén con los inconformes sin volvernos turba, hasta un volante recibí. Las formas cuentan en la protesta. Rayar una pared para divulgar un mensaje, queda en entre dicho por el lienzo que se use, dañando irreparablemente. Con la tropelía, se desvirtúan los propósitos de adhesión y solidaridad ciudadanas, si es que alguna vez fueron los objetivos de los marchantes. Protestar es un derecho, ahora bien, si al ejercer la protesta- incluso con el argumento del derecho, se vulneran los derechos que alguien posee, - vida, movilidad y propiedad privada; inevitablemente entras a sopesar los tuyos frente a los del otro. “Si tu protesta me toca gravosamente, en consecuencia, habré de protestar contra ti”. Una especie de ley del talión que pulsa entre dos airados que olvidan los propósitos del reclamo y quién comenzó, malas formas en ambos.

Los desmanes hacen perder la legitimidad e incidencia de la movilización. Para entender la perspectiva de los afectados, consideremos lo expresado por uno en la mencionada huelga de barbacoas a un periódico nacional: “No entiendo qué tiene que ver el mal estado de la carretera con el sexo. Para mí, todo es un pretexto para no tener relaciones conmigo”, Manuel Olimpo Quiñones- esposo de una de las manifestantes.

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