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Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Ni locas, ni escandalosas, ni complejas, ni problemáticas

08 de marzo de 2025
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  • Ni locas, ni escandalosas, ni complejas, ni problemáticas
  • Ni locas, ni escandalosas, ni complejas, ni problemáticas

Por Sergio Molina - opinion@elcolombiano.com.co

Los hombres no hablamos de feminismo y cuando lo hacemos, somos ambiguos y hablamos a partir de las versiones de otros hombres, de los despechos y los chistes malintencionados. Gloria Steinem (1934), referente del feminismo, definió una premisa fundamental: “El feminismo no se trata solo de promover a las mujeres, se trata de liberar a todos del estereotipo de género”. Los hombres, nos dejamos llevar por arquetipos que sintetizan el carácter femenino. Entre otros, usamos indiscriminadamente, la expresión “vieja loca”, coincidente con situaciones en las que las mujeres reclaman por una aparente infidelidad, a la postre confirmada, entonces, la “loca esa” termina teniendo la razón. Otro mal resumen de la mujer, es el de que son “complejas”. La complejidad es un recurso necio de hombres perezosos para sostener una conversación e intercambio de pareceres con ellas. Ni “escandalosas”, ni “histéricas”, palabra que proviene del griego histerikós - “sufrimiento en el útero”- Precisamente, ante la reiteración de una duda-corazonada-, en ellas, intentamos esquivar la situación diciendo, que son “problemáticas”.

Los meros machos, debemos concienciarnos de los influjos que abonaron el camino a la desigualdad de género. Bienvenida la cita de la feminista australiana Geena Dunne (1996): “El feminismo no consiste en hacer más fuertes a las mujeres. Las mujeres ya son fuertes, se trata de cambiar la forma en que el mundo percibe esa fuerza”. El maltrato y el menosprecio contemporáneos, se hacen con tal sutileza que se designan como “micromachismos”. El mansplaning es el acto de corregir permanentemente a las mujeres, El manterrupting es la manía de ridiculizar a la mujer en público. El bropriating es la práctica en la que un hombre se apropia de las ideas de una mujer. El gaslighting pone en duda el sano raciocinio de la mujer, rotulándola como alterada o patológica emocional. El slut-shaming es un insulto a partir de la forma de vestir, el estilo y atavío. Anglicismos para nombrar actos que parecen sutiles y dulces, pero que son letales.

¿Qué falta por decir hoy en cuanto a las causas feministas? Quizás, eliminar supuestos, paradigmas, modos y formas sin sentido: si invocamos el famoso “toque femenino” para secuestrarlas en menesteres domésticos, si les decimos complejas, si consideramos el histrionismo como exclusivo en ellas, si aún nos mofamos de la mujer que conduce, si las relegamos a cuidar a otros o a llevar el acta en la oficina y si negamos fobias para no parecer “mujercitas”; entonces estamos a mitad de camino.

Debemos escuchar a las mujeres y aclarar preconceptos y estereotipos. El modo femenino es idealizado y exigido de sensualidad por los hombres, somos buenos endosando simplezas como que “el color rojo en las mujeres seduce nuestro primigenio”, pero nos da “miedo” hablar abiertamente de ellas en términos de equidad. No se aprende de las mujeres, escuchando rancheras machistas en una fonda. Mientras nos sigamos resistiendo a vestir un rosado claro, nos falta mucho, queridos señores.

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