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Para cumplir las exigencias del seguimiento a Jesús tendremos que ir a contra-corriente con muchos criterios que manejamos, hoy. La Palabra de Dios nos presenta un mensaje crítico si verdaderamente queremos cambiar. Veamos por qué.
-El cristianismo y otras religiones, están siendo desplazados en el mundo por la fuerza de una “religiosidad laical”, apetecida por ser “ligera, fácil, relativista”. Todo vale, se vive de las apariencias que brinda la imagen del bienestar para todos.
-Al aceptar criterios que no soportan compromisos, exigencias y absolutos; que no sacuden nuestras aspiraciones fáciles y cómodas, nuestras “zonas de confort”; alcanzamos un mundo “aparentemente feliz”; pero frágil (inmunosuprimido) para luchar por la vida; mundo que pretende ignorar circunstancias difíciles, de salud, fracaso, dolor..., que, de hecho, padecemos todos inevitablemente. Mundo que desconoce la situación real de la mayoría que, en las actuales propuestas humanas, no puede ser feliz.
-Finalmente las exigencias radicales del evangelio, parecieran llevarnos a una decisión contraria al mensaje de Jesús, al contraponer su seguimiento frente al amor a padres, hermanos y familia.
En este contexto, contrastan mucho, las palabras de Jesús: El que quiera venirse conmigo, si no se olvida de su padre, madre, esposa, hijos y hermanos, inclusive de sí mismo; no podrá ser mi discípulo... El que no carga con su cruz y me sigue no puede ser discípulo mío”.
No nos engañemos: solo con una entrega radical, sin componendas, es posible seguir a Jesús. Sólo una opción preferencial y exclusiva, puede llevarnos a posponer los lazos afectivos naturales e inmediatos, incluso familiares, para re-conocer que estamos ante un llamado “trascendental, absoluto”.
De hecho, así sucede al partir para formar un nuevo hogar; al partir para realizar la misión propia de nuestra vida..., al morir para seguir a Jesús a la vida verdadera. ¡Esto es lo que realmente sucede! Y en ningún caso, se pretende contraponer el amor absoluto de Dios, a los distintos afectos inmediatos de nuestra vida. Por supuesto que, en el mundo cómodo, relativo y fácil que hemos descrito, esto resulta impensable, inaceptable.
Concluyamos. ¿No será esto, lo que tendríamos que cambiar para recuperar los valores esenciales? ¿Para recuperar el “único absoluto” que sostiene la vida? Sin esto, es imposible pensar seguir a Jesús.
No es asunto para “negociar”; es el único camino posible para recuperar la vida de cada/uno, de los otros y del mundo, como lo hizo Dios con su vida “entregada” en Jesús. Es cargar la cruz, que no es fruto de la “Inteligencia Humana” por grande que sea..., es, el Misterioso camino de salvación de la Sabiduría divina. Es el resultado del “Don que se recibe” y no de competencias que logramos. Es el mundo de los valores de la Gracia divina, que ignoramos, y no de “valores naturales” que (sin Dios), nosotros, alcanzamos.