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Hoy ya hemos consumido todos los recursos naturales disponibles para todo el año. De hecho, el día de la sobrecapacidad de la Tierra se cumplió el pasado 29 de julio. Según la organización ecologista WWF, en 210 días el ser humano ha terminado con el capital natural disponible para 365 días, excediendo en un 74 % la capacidad de los ecosistemas para regenerar los recursos naturales. Sin dramas, por favor. Que eso de recurrir al emoticono del grito es el recurso fácil. Estas proyecciones, que es lo que son, pueden resultar aterradoras y buscan llamar nuestra atención con mensajes apocalípticos, que generan, a su vez, el llamado “estrés ambiental”, por el que muchos se hacen cruces, creyendo que el mundo se va a acabar por culpa de la superpoblación y esas memeces. Según estas previsiones, necesitaríamos 1,7 planetas Tierra para cubrir la demanda de recursos actual.
Esa es la media global, pero si todo el mundo consumiera al ritmo de los países más desarrollados, se necesitarían 2,5 planetas Tierra. Y esa debe ser nuestra aspiración, que todos los habitantes del orbe vivan como en las naciones ricas, pero para ello debemos racionalizar y optimizar los recursos, en vez de beber tanta cerveza y estar todo el día vagueando como idiotas perezosos, que también hay que hacerlo de vez en cuando.
A pesar de que la pandemia provocó en 2020 una disminución de las emisiones de CO2, aumentaron de nuevo durante la segunda mitad de 2020, estimando un aumento del 6,6 % en la huella de carbono para 2021, en comparación con el año anterior. Otro cambio destacable ha sido el efecto de la deforestación y degradación del Amazonas en la biocapacidad forestal mundial, que ha disminuido una media del 0,5 %.
Y ahí voy. En 2020, en Colombia, según cifras gubernamentales, se perdieron 171.685 hectáreas de bosque, lo que equivale a una superficie superior a la de Medellín, y la mayoría de estos árboles se concentraban en el cinturón del centro-sur del país, en los departamentos del Meta, Caquetá y Guaviare. En el primero fue donde más aumentó este problema, con más de 35.500 hectáreas de bosque tumbado y un aumento del 8 % respecto a años anteriores, cuando la tendencia venía a la baja.
Leo en un reportaje de Irene Escudero para la agencia Efe que los “apandadores” medioambientales aprovecharon los confinamientos para hacer de las suyas en 2020, en especial en zonas recónditas de la sierra de la Macarena. Según desvela Sergio Iván Núñez, secretario de medioambiente del departamento del Meta, donde se encuentra este parque nacional natural, 2020 fue el año de más deforestación de los últimos tres o cuatro años.
En este bosque, que une la Amazonia, los Andes y la Orinoquia, en su mayoría virgen, donde no viven más que aves, cocodrilos, pequeños mamíferos y especies más exóticas, como osos hormigueros o jaguares, los “tramperos” utilizan el matorral para el “descole”, prender grandes zonas para hacerse con inmensas tierras para la ganadería.
Por eso, sin caer en histerismos, aplaudo la operación Artemisa, puesta en marcha por el Gobierno para controlar la deforestación. E incito al presidente a que apunte incluso más alto y persiga a quienes financian esas operaciones de saqueo de los recursos de los colombianos. Porque preservar las selvas del país debe ser prioritario. Y porque, aunque un servidor no resida en Colombia, amo sus bosques como el que más y quiero seguir respirando el aire de sus selvas desde este lado del charco