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Columnistas | PUBLICADO EL 01 julio 2022

Revisar el modelo político (1)

La paz, el progreso y la armonía que se pretendió con la Constitución Federal de 1863, muy pronto se convirtió en todo lo contrario y una serie de guerras internas desangraron la maltrecha República.

Por Luis Fernando Álvarez Jaramillo - lfalvarezj@gmail.com

En la evolución constitucional del siglo XIX, marcada por el Congreso de Angostura de 1819 y luego trazada fundamentalmente por la Constitución de Cúcuta de 1821, la de 1832 y la de 1843, el modelo político colombiano, fuertemente afectado por conflictos y discordancias internas, se fue desplazando poco a poco hacia un esquema más descentralizado con visos de modelo federal, inicialmente moldeado por la Constitución de 1857, que dio forma a la denominada Confederación Granadina, hasta llegar al sistema federal extremo consagrado por la Constitución de Rionegro de 1863.

Se creyó que la apertura político-militar y la exagerada autonomía que se otorgaba a cada uno de los nueve estados que conformaban la federación constituirían el fundamento de un modelo de avanzada, caracterizado por el respeto absoluto por las libertades y el poder de decisión que se otorgaba a cada uno de los estados, así como el exagerado debilitamiento del poder ejecutivo central, llevado a su mínima expresión, no solo por el estrecho periodo de gobierno de solo dos años, sino por la supresión de competencias necesarias para dirigir los destinos del país. A lo anterior se sumó el hecho de que en la propia Constitución se estableció un complejo procedimiento para su reforma y adaptación a las situaciones cambiantes del país, lo que imposibilitó el cambio, entre otras cosas, porque cualquier proyecto de reforma debía ser aprobado por unanimidad por todos los estados de la federación.

La paz, el progreso y la armonía que se pretendió con la Constitución federal de 1863 muy pronto se convirtió en todo lo contrario. Las situaciones políticas y sociales generadas por el propio Texto Superior hicieron que los estados, que tenían plena autonomía y libertad para organizar sus propios ejércitos, iniciaran, desde distintas regiones, movimientos sociomilitares orientados a desconocer el poco poder político del centro, lo que condujo a una serie de guerras internas que fueron desangrando la maltrecha República, montada en un modelo federal tipo norteamericano, absolutamente ajeno a nuestras costumbres e idiosincrasia.

Fue necesario que surgiera el denominado movimiento de Regeneración nacional, que hizo realidad la frase atribuida históricamente a Rafael Núñez, quien en vísperas de la Constituyente que dio origen a la Constitución de 1886 proclamó, para bien de la República, que la Constitución de Rionegro dejaba de existir.

Correspondía a los constituyentes, liberales y conservadores moderados, iniciar la construcción de un nuevo orden político capaz de superar los males e inconvenientes creados y estimulados por la anárquica Constitución de 1863. Efectivamente, gracias a ese movimiento de unidad nacional se aprueba la Constitución de 1886, con dos pilares fundamentales para recuperar al Estado y la sociedad: Restituir la verdadera entidad del presidente de la República, reconociéndole un periodo constitucional de seis años, necesario para tomar la dirección del país, y retornándole las facultades y competencias propias a la autoridad y jerarquía de quien debía actuar como jefe de Estado, jefe de gobierno y suprema autoridad administrativa 

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