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Repetir, imitar y emular

Ni al más grande maestro ni al mentor más sabio se puede quedar uno imitándolo para siempre.

06 de agosto de 2023
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  • Repetir, imitar y emular

* Director de Comfama

Querido Gabriel,

“¿Ha oído hablar de repetitio e imitatio?, dijo mi amigo Saúl en esa tarde memorable en la que me regaló una introducción teórico práctica a la poesía española del siglo de oro. La práctica, desde luego, era la declamación de poemas acudiendo a la memoria. “Quien no aprenda a imitar a los grandes maestros no podrá nunca hacer algo de verdadero valor”, explicó.

Cuando vamos a un museo es frecuente encontrar estudiantes que aparentemente “plagian” la obra de los grandes artistas; están imitando para aprender.

En nuestra época, sin embargo, le hemos dado poco valor al repetir lo hecho por otros y le otorgamos un significado negativo a la imitación. ¿Qué sabían los maestros del renacimiento, excelsos practicantes de la imitación, que nosotros hemos olvidado? Conversemos de aprendizaje, de la imitación como parte de la búsqueda de la maestría no solo en el arte, sino en las letras, la ciencia, la empresa y el liderazgo.

Precisamente, en su libro Maestría, Robert Greene habla de la imitación como camino hacia la excelencia. Bien sea con maestros activos (mentores) o pasivos (referentes), se aprende al imitar, al seguir el trabajo de quienes admiramos. Uno los observa, los escucha y empieza por repetirlos mecánicamente en un ejercicio que a veces parece inauténtico pero tiene un valor incalculable. Luego los imitamos más conscientemente, en una especie de homenaje, mientras poco a poco sentimos emerger nuestra propia voz.

Es necesario elegir muy bien a quién imitar ya que nos llevaremos algo suyo para toda la vida. Algunos proponen elegir a verdaderos genios, maestros, para evitar contagiarnos de lo mediocre. En alguna parte leí que se debe imitar a varias personas, no solo a una, esto disminuye el riesgo de quedarnos “pegados” y volvernos una réplica barata. También es conveniente imitar a personas con quienes compartimos valores y estética, esto probablemente hará más fácil el tránsito hacia nuestra originalidad.

Ni al más grande maestro ni al mentor más sabio se puede quedar uno imitándolo para siempre. No se puede abusar de la imitación, como de casi nada. Se trata de beber de las fuentes más limpias, de nutrirse del conocimiento y las técnicas más refinadas, pero no de indigestarse ni de tornarse un vulgar “copietas”. La frontera entre la imitación y el plagio está en la intención, pero también en la persistencia en el asunto.

Imitar sin desarrollar nunca un trabajo personal y único sería como quedarse toda la vida en quinto de primaria. Poco a poco, el buen alumno, que se ha convertido en un gran imitador, debe comenzar a aventurarse por caminos menos recorridos, más salvajes. Solo así, perdiéndose a ratos y equivocándose mucho, podrá comenzar a desarrollar un estilo y tono. Algún día, estará listo para emprender su propio viaje.

Hablemos de este tránsito, de quien recorre el camino de la maestría en cualquier campo. Pensemos que este concepto, aplicado tradicionalmente a las artes y las letras, podría ser útil para nuestra vida y trabajo diarios.

Y, para despedirnos con poesía, te propongo inspirar la conversa con estos versos de Bartolomé Leonardo de Argensola que repetía Saúl aquella tarde: “Si aspiras al laurel, muelle poeta / la docta antigüedad tienes escrita / la de Virgilio y la de Horacio imita; / que el jugar del vocablo es triste seta”.

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