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No basta con cumplirle a los estudiantes de las movilizaciones del 2018 y 2019, ni el impacto en equidad, pues la función de la universidad en el contexto actual trasciende el aprendizaje.
Por Mauricio Perfetti Del Corral - mauricioperfetti@gmail.com
La ministra de educación ha anunciado que próximamente se radicará la reforma a la educación superior (ES). Sus lineamientos hacen énfasis en “cerrar las brechas de desigualdad social y territorial en amplios sectores de la población”, proponen la ES como derecho fundamental, y se ocupan de la financiación de las IES estatales, el gobierno y la democracia en las mismas, así como del bienestar educativo. Es fundamental preguntarse si la reforma busca solo resolver los problemas y limitaciones que de años atrás trae el sistema actual o, si más bien, considera los retos que enfrentan las universidades.
Esos retos no son menores dado el veloz avance del conocimiento (se duplicará en esta década varias veces por año, según Standford), el auge de la inteligencia artificial y la transformación digital. Además, el cambio demográfico muestra que hay cada vez menos jóvenes y más población mayor de 50-60 años. También está la incursión de nuevas universidades masivas y virtuales, así como el menor retorno en ingresos futuros para egresados y el cuestionamiento al valor social de las universidades. A lo anterior, se suma el planteamiento de Nusbaunm (2010) acerca de la falta de prioridad (“brillan por su ausencia”) que las universidades les conceden a las artes, las humanidades y el pensamiento crítico.
Por lo anterior, la Universidad de Medellín organizó un evento con ponentes nacionales e internacionales para discutir acerca de los escenarios futuros de la educación superior. El profesor Fung del TEC de Monterrey, experto en educación en Asia, señalaba varios paradigmas: la mayor flexibilidad y modularidad del sistema, que le facilita a los estudiantes construir sus trayectorias académicas; la educación para toda la vida; y la transformación digital. Además, afirma que los escenarios futuros para las universidades dependerán del aumento de la frecuencia e impacto de diversas disrupciones que propiciarán renovaciones radicales en el desarrollo de las actividades universitarias.
En este mismo evento, el profesor Reimers de la Universidad de Harvard, cuestionó la desconexión de las universidades con lo que acontece en la vida diaria, y propone que las universidades deberían responder preguntas como: ¿Quiénes aprenden? ¿Qué aprenden? ¿Para qué sirven las universidades y que problemas resuelven? En otras palabras, “las universidades requieren mayor vinculación social e interesarse en los problemas reales de las personas” dado que su valor social está en entredicho. De ahí que los proyectos de aula, por ejemplo, pueden ser cruciales para resolver ese tipo de problemas.
Me temo que la reforma a la educación no está teniendo en cuenta varios de los aspectos señalados (educación flexible y modular, conocimiento relevante, aprendizaje efectivo, mayor vinculación social). No basta con cumplirle a los estudiantes de las movilizaciones del 2018 y 2019, ni el impacto en equidad, pues la función de la universidad en el contexto actual trasciende el aprendizaje: la educación debe transformar la vida de los estudiantes y contribuir a resolver problemas reales de la sociedad. Por tanto, esta reforma no resolverá el desencanto ni la sostenibilidad de las universidades.