viernes
0 y 6
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Para los humanos siempre fue necesario medir tanto el espacio como el tiempo para poder ubicarse en ambos. Sin patrones de medida no podríamos pensar, comunicarnos, planear, establecer diferencias, celebrar, recordar, pronosticar y hasta desesperarnos.
La medición de lo que físicamente nos rodea pudo resolverse relativamente bien, apelando a un patrón de fácil y permanente acceso como el brazo o el pie, así no todos los tengan iguales. Pero para medir el tiempo, algo inmaterial, y por lo mismo inaccesible e incontrolable, la solución fue recurrir a algún ciclo confiable e invariablemente repetitivo como la duración del día. Fenómenos naturales como el tiempo completo de las fases lunares proporcionaron pistas para crear el concepto del mes y fenómenos climáticos estacionales permitieron inventar el año.
¿Pero de dónde salió la semana y que además tenía 7 días? Sin duda que el número 7 ha tenido una enorme significación para los humanos y tal vez por eso dijimos que era el número de mares del planeta, de las notas musicales, los colores del arco iris, los metales de la Alquimia, los pecados capitales, las vidas del gato o las edades del hombre según Shakespeare: infancia, colegial, amante, soldado, juez, avanzada, y demencia y proximidad a la muerte. ¡Ubícate!
Una poderosa referencia de la semana como unidad de tiempo entre el día y el mes, puede ser la tradición judaica según la cual hasta el Dios todopoderoso solo pudo trabajar 6 días seguidos para crearlo todo y le tocó descansar el séptimo. Pero no siempre ha sido la semana de 7 días. Los romanos tuvieron una de 8, pero como no hay cuerpo que lo resista, ni siquiera el de un centurión, terminaron adoptando felizmente la de 7 cuando Constantino se volvió cristiano. Los revolucionarios franceses, que quisieron empezar de cero casi todo apoyados en la “razón”, impusieron días de 10 horas de 100 minutos y semanas de 10 días, pero el inventico se les acabó 8 años después cuando Napoleón derrocó también al peculiar calendario. Y otros revolucionarios, los de Rusia, obsesionados con los peligros del “opio del pueblo”, decidieron reducirla a 5 días, sacando el sábado y el domingo por sus implicaciones religiosas, lo que como el comunismo, tendría los días contados.
Incluso para algunos el concepto de semana resultó extraño. El pueblo Inuit, habitante del círculo polar ártico, cuando empezó a ser “contaminado” por la cultura occidental, no lograba entender la necesidad de partir el tiempo en grupos de siete días, y menos que en uno de esos 7, la caza y todos los demás trabajos deberían cesar. Nunca hubieran prosperado los sindicalistas por esas tierras.
Y más recientemente, el maestro Manzanero, que hace poco nos abandonó, con uno de los 5 “contigo” con que se casó, aprendió: “que la semana tiene más de 7 días”, no sabemos si como expresión de una alegría casi eterna o un interminable tormento típico de un confinamiento pandémico