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Al cumplirse el pasado 28 de marzo 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila, hay algunas cualidades que quisiera resaltar de esta mujer quien, a pesar de haber vivido hace cinco siglos, tiene un mensaje de una gran actualidad.
Lo primero es cómo Teresa pudo ser una gran santa, empezando por cambiar ella misma para luego cambiar su entorno, aún en medio de sus fragilidades y también después de haber vivido 20 años en una gran mediocridad espiritual como ella misma lo confiesa en su autobiografía.
Muchos momentos difíciles en la vida de Santa Teresa la forjaron interiormente: la muerte de su madre cuando ella tenía solo 13 años, las muchas enfermedades que padeció, los períodos de desolación espiritual que la tentaban a pensar que la oración era una pérdida de tiempo, la alta sensibilidad que tenía que la hacía llorar fácilmente o el haber sido incomprendida por muchos contemporáneos suyos que pensaban que las reformas que proponía para su comunidad serían una locura y estarían destinadas al fracaso.
Pero la santa de Ávila confesaba que el episodio más amargo fue el de haber vivido por 20 años en una honda mediocridad espiritual y limitándose a hacer lo mínimo que su vocación le exigía (y muchas veces, menos que eso). Con una vida de oración pobre y envuelta en “muchas charlatanerías” y presa de muchas comodidades. Ella misma compartió en su autobiografía que estaba «más enferma en el alma que en el cuerpo».
En ese entonces pareciera que Teresa moriría sin dejar mayor huella, ni siquiera en su mismo convento. En cambio, en un momento de oración, Dios supo sacarla de su estado de tibieza. Así, Santa Teresa se comprometió a hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Su vida ya no fue la misma. Y fue eso lo que la hizo santa.
Santa Teresa alcanzó así altas cumbres en su vida de oración que quedaron consignadas en su obra “Castillo interior”. También pudo tomar conciencia de la triste situación en la que se encontraban muchos conventos carmelitas por la falta de fervor de varias de sus religiosas y supo escuchar la voz de Dios, quien le pedía emprender una gran reforma que se conocería como las Carmelitas Descalzas. Una comunidad a la que hoy pertenecen 14.000 religiosas en 835 conventos alrededor del mundo.
¿Qué nos puede enseñar hoy la vida de una monja que vivió hace 500 años? La valentía con la que supo seguir fielmente lo que su conciencia le dictaba, aún en medio de tantas contradicciones e incomprensiones, incluso de parte de personas que parecían aconsejarla con la mejor intención. Eso fue lo que hizo grande a Teresa de Ávila, lo que ha inspirado a varios santos que han leído sus obras (Edith Stein, por ejemplo) y lo que hace que hoy en muchos lugares se le esté recordando por el quinto centenario de su llegada a este mundo.