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Columnistas | PUBLICADO EL 19 diciembre 2022

Pueblo sufrido y aguantador

¿Quién o qué defiende a los viajeros que llevan años esperando que se terminen unas obras que se catalogaban como vías de doble calzada, que nos harían gozar como si viajáramos por territorios del primer mundo?

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

La frase del título es de autoría anónima y sintetiza una antigua exhortación de orador dotado de elocuencia tribunicia. El pueblo sufrido y aguantador era y sigue siendo el centro de atención del demagogo. Pero también es una definición que se ajusta a la idiosincrasia de muchísimos colombianos, pacientes, crédulos y dóciles ante la atracción reverencial de los promeseros políticos. La faceta positiva está en que mantiene el modo de vivir que se ajusta al estoicismo, sobre todo el de Séneca. La cara negativa consiste en que el estoico ni se inmuta cuando se abusa de su buena fe y su paciencia.

Por ejemplo, en estos días decembrinos de viajes familiares, de turismo para disfrutar las bellezas de nuestro país, digamos que del Quindío y todo lo que se llamaba Antioquia la Grande, aunque se emprenda el recorrido por una carretera sin terminar entre La Pintada y La Felisa, con las retenciones que alargan el paseo y lo convierten en purgatorio, la incertidumbre y los demás riesgos no les rebajan ni un grado a la confianza ejemplar y a la falsa sensación de seguridad y tolerancia con los concesionarios negligentes que guardan silencio y no responden cuando se les pide que al menos contraten motociclistas que vayan y vengan hablando por megáfonos o repartiendo volantes con información clara y explícita sobre lo que les espera a los viandantes.

¿Quién o qué defiende a los viajeros que llevan años esperando que se terminen unas obras que se catalogaban al principio como vías de doble calzada, que nos harían gozar como si viajáramos por territorios del primer mundo? ¿Dónde, en qué banco de datos o en qué depósito misterioso se guardan las quejas de los sufridos y aguantadores usuarios y qué tratamiento se les dará?

¿Alguien ha calculado el lucro cesante inmenso de la gente que vivía del llevado y traído turismo por unas vías que pintan como sorprendentes, muy modernas, muy cómodas y seguras, para cuando por fin las concluyan? ¿La ingeniería no ha inventado métodos efectivos ni tecnología útil para evitar las suspensiones por causa del duro invierno?

¿Cómo van a convencernos de que esté impulsándose la industria sin chimeneas del turismo nacional y entre ciudades y pueblos que podrían fortalecer sus afinidades étnicas y culturales como forjadoras de la nación? ¿Y cómo impedir el encarecimiento del transporte aéreo regional y la falta de vuelos más frecuentes como opción recomendable?

Mientras esas y muchas otras cuestiones sigan sin respuesta, en la actual temporada navideña y de vacaciones se acrecientan el malestar y la incertidumbre de los que viajan entre Antioquia y el Viejo Caldas (otros hablan del Eje Cafetero) sometidos al castigo del incumplimiento por unos contratistas que, al menos, deberían explicar qué pasa y siquiera contestar llamadas, hombre, y activar las redes telefónicas y de internet. Es imposible concluir hasta cuándo le tocará soportar esta modalidad de tortura al admirable y estoico pueblo sufrido y aguantador

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