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Columnistas | PUBLICADO EL 27 marzo 2023

Primero el orden que la libertad

Hay que empezar por inculcar la correspondencia entre derechos y deberes, para frenar la carrera loca hacia el precipicio de la anarquía. Maleducar ácratas ha sido causa de gran parte de nuestras desgracias.

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

La declaración más bien anodina de la mayoría de los gobernadores reunidos en el Quindío, que ha reactivado la discusión sobre el lema de Libertad y Orden del escudo nacional, pone a pensar otra vez cuál de esos dos principios, llamémoslos valores, debería estar primero. La posición de los factores sí altera el producto, al contrario de lo que suele decirse. Sin orden, la libertad pasa a ser una simple entelequia, una ilusión. Mientras “el relajo” siga siendo lo que más les complace a muchos visitantes extranjeros, pero ni el método, ni la disciplina, ni la seguridad sean ideas y prácticas habituales, este país no alcanzará a sobresalir por su seriedad y el Estado mantendrá su condición vergonzante de rey de burlas. Un Estado ausente, en la mitad del extenso territorio, no puede ser garantía de legitimidad y eficacia ni de respeto y concreción del sueño de los ciudadanos con ser libres.

Ningún país que figure hoy en día como próspero ha puesto la libertad por encima del orden. Ha tenido que empezar por organizarse, por que los órganos estatales sean efectivos sin llegar al autoritarismo despótico y por merecer el respeto y la confianza de los ciudadanos. Y eso ha sido desde el comienzo de la historia de las naciones y los gobiernos. Así lo sostiene Fukuyama en El origen del poder político, al defender la primacía de la institucionalidad legítima y la condición ineludible de la asunción del orden como factor básico de la eficacia, la estabilidad y la supervivencia. En el capítulo sobre Llegar a Dinamarca advierte sobre las consecuencias de haber perdido el tiempo sin un proceso organizado: “No parece muy plausible que países extremadamente pobres y caóticos puedan aspirar a instaurar instituciones complejas rápidamente, teniendo en cuenta el tiempo que han tardado dichas instituciones en evolucionar”.

Claro que no basta el formalismo de poner primero el orden que la libertad en el escudo. El cambio implica una transformación radical de la mentalidad del hombre colombiano, desde la educación. Hay que empezar por inculcar la correspondencia entre derechos y deberes, para frenar la carrera loca hacia el precipicio de la anarquía. Maleducar ácratas ha sido causa de gran parte de nuestras desgracias.

El profesor Mauricio García Villegas sostiene, en El orden de la libertad, que “En América Latina se han debatido entre los excesos del Estado y la falta de Estado... Por eso les ha sido tan difícil construir sociedades democráticas y ordenadas a la vez, que reconcilien a los ciudadanos con la autoridad... Su historia transcurre entre un liberalismo que menosprecia el orden estatal y un conservatismo que desdeña la libertad social; entre una cultura liberal que desconfía de las instituciones y una cultura patriarcal que desconfía del individuo. Ni el liberalismo político ni la izquierda democrática han podido progresar en medio de esos dos extremos paralizantes”. Creo que si no es primero el orden no puede haber libertad

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