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Columnistas | PUBLICADO EL 16 diciembre 2019

¿Por qué no exportamos más?

Por Enrique López Encisoealopezen@gmail.com

Esa es la pregunta que quiere responder un importante libro que publicó el Banco de la República (García, Montes, Giraldo, 2019, Comercio exterior en Colombia). El libro está elaborado con muy buenas piezas, dirían los expertos, con mucho trabajo e ideas destacables. Hay mucho tema para comentar, pero el último artículo, el que recoge todos los hallazgos, es un buen punto de partida.

Las exportaciones crecieron y son más diversificadas que hace cincuenta años. El problema es que no es suficiente porque de todas formas nuestras ventas externas son primordialmente de bienes básicos (productos mineros y energéticos). La comparación con Corea y Chile que se hace en el trabajo, donde a Colombia le va tan mal, permite al final plantear uno de los temas gruesos: esos países lo lograron, impulsaron sus exportaciones por medio de la liberalización de sus políticas de comercio exterior, que textualmente “hicieron más rentable el mercado externo frente al interno”, a lo que se agregó algo que podría llamarse una buena macroeconomía con políticas sociales, que brindaron estabilidad.

Colombia no lo logró. El país tiene la buena macroeconomía y aunque tiene evidentes problemas sociales, eso no sería un obstáculo para construir una plataforma exportadora, pero no lo logró. El punto es que los incentivos para exportar no llegaron a la cita, fueron magros, como dicen los autores. La lista de impedimentos es larga, pero con un denominador común, generaron un sesgo antiexportador y, lo peor, no éramos conscientes. Estábamos convencidos de algunas tesis equivocadas en relación con el comercio exterior.

Una primera tesis ha hecho carrera: Colombia es una economía abierta. Pues, al contrario, Colombia no es hoy una economía abierta, dicen los autores. La actual elevada protección de la economía se basa en las medidas no arancelarias que han crecido muchísimo desde finales del siglo pasado. Esta circunstancia afecta a los consumidores, en la medida en que encarece la materia prima importada. En esas condiciones ni hablar de participar en las cadenas de valor globales, de las que el país se quedó, de forma infortunada, aislado.

Tampoco es cierto que la flamante institucionalidad del comercio exterior que surgió de las reformas de los años noventa sea la panacea. En realidad, envejeció mal y pareciera que se queda corta frente a la necesidad de garantizar buenas condiciones para el producto exportable colombiano. No ha sido posible, de otra parte, mejorar las condiciones logísticas para el movimiento de mercancías.

Colombia no se ganó la lotería con la bonanza minero-energética, esa es otra tesis equivocada. En realidad, se llevó parte de la maldición de los recursos naturales, pues no ahorró la bonanza y con eso se apreció la tasa real de cambio, poniendo bajo estrés a la industria y agroindustria, debilitándolas para siempre.

Solo se extraña en el trabajo la economía política de la protección, un modelo de comportamiento que explique por qué los agentes involucrados llegaron a ese resultado perverso que impide que el país progrese. Si las exportaciones nos favorecen a todos y todos queremos que crezcan, ¿cuál es la razón que impide desmontar los mecanismos que están obstaculizando su desarrollo? De pronto, también es una tesis equivocada pensar que no se pueden desmontar dichos mecanismos y que no pueda haber políticas que produzcan beneficios para todos..

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