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En tierras inhóspitas y cenagosas, con una variopinta mezcolanza de colonos ingleses, holandeses, alemanes, franceses, polacos e irlandeses, entre otros, y una macedonia de cultos surgidos de avivamientos y escisiones perseguidas por media Europa nacieron hace 240 años los Estados Unidos de América sobre las cenizas de las tribus indígenas, atropelladas por la ambición de los colonos. De una sociedad eminentemente agrícola, donde las primeras grandes fortunas brotaron de las plantaciones y del trabajo esclavo, se fundó la primera nación de ciudadanos libres, siempre que fueran blancos. Si esa Unión fue posible, ¿cómo no va a serlo la Iberoamericana, mucho más homogénea que aquella?
BBVA Research pronostica para 2023 un crecimiento de la economía colombiana del 0,7%. Un año de “fuerte ralentización” tras el enorme crecimiento del 10,7% en 2021 y del 7, % de 2022. Unas tasas insostenibles a largo plazo para la economía colombiana que fueron consecuencia de la recuperación posterior a los confinamientos provocados por la pandemia de Covid-19.
La situación es prácticamente calcada en toda la región, sacudida por convulsiones políticas y sociales que han sumido el continente en la inestabilidad, desde Estados Unidos hasta la Argentina. Prueba de ello es que las inversiones mundiales han retrocedido un 7% en la región en los últimos diez años. Iberoamérica ya no resulta tan atractiva por culpa de su clase política, emperrada en sucumbir al populismo. Por eso es crucial avanzar a velocidad de crucero en una alianza iberoamericana trasatlántica. Iberoamérica es el hogar de 648 millones de personas y, si se suma el PIB de todos los países de esta alianza, el resultado (7,4 billones de dólares) solo se ve superado por China (14,72 billones), la Unión Europea (17,1 billones de dólares) y Estados Unidos (20,93 billones). Esta cifra se ampliaría a 700 millones de habitantes, con un PIB de 9 billones de dólares incluyendo en la alianza comercial a España y Portugal. Si se incluyera en la misma a Francia, con numerosos nexos también con el continente, desde la Guayana, una región francesa de ultramar donde la moneda es el euro, hasta los vestigios franceses en Haití o la Luisiana, el PIB de la alianza, en este caso Latinoamericana, se dispararía por encima de los 12 billones de dólares, muy cerca del de China.
La Unión favorecería, sin duda, la estabilidad y la mejora de las condiciones laborales de todo el continente bajo estándares basados en la productividad y no en los bajos salarios. De hecho, el 76% del crecimiento del PIB en el periodo 2000-2019 se explicó por el empleo y tan solo el 24% por la productividad, lejos de lo acontecido en economías emergentes como China, donde el 96% del crecimiento descansó en la mejora de la productividad, según el International Trade Centre.
En la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Santo Domingo, los empresarios han demandado más seguridad jurídica y facilidades a la inversión, con reglas claras y compromisos estables que impidan los vaivenes de los giros políticos, los cambios de ciclos económicos y los tsunamis inflacionarios que habitualmente sacuden la región.
A todos, izquierdas y derechas, les interesa un crecimiento sostenido por la productividad y mejores salarios. Porque así se combaten de verdad las desigualdades, con crecimiento, más empresas y más dinero en el bolsillo. Todo lo demás es retórica. Verborrea de vendedores de crecepelo.