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Columnistas | PUBLICADO EL 18 diciembre 2020

Podemos ayudar

Por Ramiro Velásquez Gómezramirovego@gmail.com

En un reciente relato para The New York Times, la duquesa de Sussex, Meghan, recordó cómo de joven yendo en un taxi por New York observó a una mujer en una acera, con su celular, llorando. Le pidió al taxista que se detuviera para ayudarle y él le dijo que eso era común, que los neoyorquinos “amamos en la ciudad y lloramos en la calle”, agregando que con seguridad alguien le ayudaría.

Hoy, tras un año doloroso para todos y para ella por la pérdida de un embarazo, se preguntó qué habrá sido de esa mujer si nadie se detuvo a consolarla, si nadie vio su sufrimiento, si nadie le ayudó.

Ha sido difícil 2020. La pandemia golpea duro todavía. En Colombia los 40 000 muertos y los millones infectados lo dicen. También el personal de la salud.

El mundo nos cambió. No hay colegios, las visitas aun familiares son mínimas, no se puede ir a bailar, estadios vacíos, se postergaron paseos, el mundo laboral se entrometió en nuestras residencias y las pantallas llenas de caritas se hicieron norma.

Pero serán dos o tres años. Llegará la vacuna, el virus perderá vigencia y esa conciencia, esas promesas de reducir consumos, de no gastar en lo innecesario, de usar menos el vehículo, de sentir la necesidad de abrazar al familiar y al amigo, de pensar en el otro... posiblemente se olvidarán.

Ha sido un año peor para los que menos tienen: los afectó más el virus, los despidieron del trabajo, el rebusque en las calles fue más duro, los negocios cerraron puertas.

Este año nos enrostró que nuestro sistema de salud es muy frágil e injusto, que la educación de calidad solo es de unos, que el deterioro de la naturaleza y nuestros recursos nos saldrá cada vez más caro, que hay unos con mucho y muchos con poco.

Ojalá el remezón sirviera para comprender que no podemos seguir pensando que algunos son más que los demás, que hay razas, que la pobreza es natural y desaprovechamiento de oportunidades, que las empresas valen más y los trabajadores no, que las ciudades apenas beneficien a unos y no a todos sus habitantes.

Comprender que no podemos seguir pensando en una sociedad que exprime la naturaleza afectando las futuras generaciones, ni que progreso solo son obras físicas y un enemigo quien las resiste.

Podemos pasar de largo, como el taxista. O detenernos y ayudar. Cambiar.

Maullido: a mis lectores les deseo unas fiestas tranquilas y un 2021 mucho mejor.

Ramiro Velásquez Gómez

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