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Columnistas | PUBLICADO EL 03 junio 2019

Pequeños experimentos, grandes aprendizajes

Por David Escobar Arango *david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Generalmente, las organizaciones y las sociedades actuamos como si el mundo fuese discreto, comprensible y racional, decimos que “todo está diagnosticado”, pensamos que hay que decidir y actuar pronto, a partir de ciertas lógicas más o menos estables. Valoramos al presidente de empresa o al líder político sabelotodo, que no tiene dudas, que no conoce el miedo. Nuestra cultura patriarcal premia la certeza, idolatra los planes estratégicos y busca la vida segura, sin demasiadas preguntas. La ciencia, sin embargo, es diferente; la vemos avanzar y descubrir mucho más rápido que las organizaciones, que a veces parecen congeladas en el tiempo. Al revisar mi cuaderno de un curso que hice veo la palabra experimento repetida casi en cada página. ¿Hablamos del método científico aplicado a las empresas? ¿Conversamos sobre ese regalo de la ciencia para el Estado, la organización y hasta para la vida?

Experimentar es diferente a intentar. Lo primero se realiza en un ambiente controlado, dentro de ciertos límites, se tiene una hipótesis, se diseña conscientemente, se definen métricas. Mientras en lo segundo seguimos una corazonada o una orden y nos lanzamos a ejecutar inconscientemente, sin evaluar los resultados (positivos, negativos y emergentes), sin conversar sobre ellos y, por ende, sin aprender. En este caso, los mejores efectos no son replicables, y solamente podemos celebrar los éxitos y llorar los fracasos, como si se tratara de la lluvia, algo por fuera de nuestro control. ¿No crees que todos deberíamos recordar cómo se diseña un experimento, algo simple, como para estudiantes de física de décimo grado? Tal vez así usaríamos la palabra “piloto” con más respeto y precisión.

Mi padre repetía, citando a Séneca, aunque nunca he podido comprobar la cita: “Piensa en grande y lograrás en grande, piensa en pequeño y lograrás en pequeño”. Pero James Elfer, profesor de ciencias del comportamiento, enseña que, para poder aprender, y solo del aprendizaje surgen las grandes transformaciones, debemos diseñar experimentos pequeños y actuar metódicamente en esa misma escala (think small). Actuar a gran escala sin comprender bien un sistema puede ser catastrófico e imposibilitar el aprendizaje. No recuerdo haber nunca aprendido algo complejo de un tirón; solo aprendemos pequeñas cosas que, agregadas y tejidas apropiadamente, van cobrando sentido.

¿Quizás debemos también reconocer humildemente que siempre seremos obras inconclusas? Solo así nos liberaríamos del miedo al fracaso y la aversión a la pérdida. Un problema en la vida o en la organización sería como del Álgebra de Baldor, un desafío donde toda consecuencia es positiva y nunca una fuente de angustia. En lugar de vivir de creencias, con temor al fracaso y bajo la idea de que cuando “no se nos dan las cosas” es por error o mala suerte, podríamos aprender mucho del sabio y profundo sentido común de Suso el paspi cuando celebra un aprendizaje: “hoy me acuesto menos bruto”. Podría ser un buen mantra.

¿Qué opinas de llevar la ciencia a las empresas y al gobierno, no solo por sus beneficios, sino por sus métodos? ¿Te imaginas espacios para que las personas conversemos de nuestro último experimento y lo que nos enseñó? Tertuliemos sobre cómo aprender a pequeños saltos, sucesivos, infinitos, con la mirada firme en el futuro, confiando en el poder y la plasticidad de una mente consciente y abierta; siempre, como en los mejores sistemas de información, “actualizando versión”.

*Director Comfama

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