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Columnistas | PUBLICADO EL 25 junio 2020

Oporto y el espeso silencio de los violentados

Por Andrés Camilo Vega S.

Nací en 1992 y muchos de los terribles hechos de violencia de aquella época en esta ciudad en la que nací y crecí me fueron ocultados por mis mayores, que no querían que creciera con miedos y traumas por todos esos acontecimientos que a ellos sí les tocó sufrir.

No los culpo, querían lo mejor para mí y para mis hermanas pequeñas. Recuerdo siempre las referencias a mis dos tíos residentes en el exterior y cómo de vez en cuando, entre susurros de abuelas y tíos abuelos, se metía la expresión “...cuando pasó lo de Oporto y los muchachos se fueron”.

Fue muchos años después, visitando a esos tíos exiliados, que supe que ellos se fueron del país siendo veinteañeros (uno de ellos jamás ha vuelto) porque consideraron que esta no era una ciudad donde pudieran vivir, al haber sufrido la muerte de amigos entrañables en ese rumbeadero de Envigado.

Muy bueno que EL COLOMBIANO nos haya recordado lo de Oporto, y el dolor que no termina nunca, no solo por la masacre, sino por la absoluta impunidad por inacción de la justicia.

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