Síguenos en:
Columnistas | PUBLICADO EL 19 enero 2021

Nos espían

Por humberto monterohmontero@larazon.es

“Tengo garantizada mi privacidad, mirad que carraca de móvil tengo”. Era 2017 y el entonces presidente de Telefónica, el siempre histriónico César Alierta, blandía un celular “calibre ladrillo” de los que ya ni los abuelos andaban. “No es ni Android ni un iPhone”, explicaba el bueno de Alierta, para dejar claro que a él no le pillaban ni los Facebook ni los Google o Apple, los grandes “espías” de internet. Desde entonces, los “cazadatos” se han multiplicado como setas, hasta el punto de que compañías como Amazon obtienen sus beneficios más lucrativos de administrar los datos que obtienen de sus clientes. De hecho, según las últimas cuentas del gigante del comercio electrónico, aunque el grueso de la facturación de la compañía proviene de su negocio de «ecommerce», el 63 % de su beneficio procede de la información que obtiene de los clientes.

No pretendo caer en el "terraplanismo-cataclísmico", ese que vaticina una edad de hielo porque Madrid vive la nevada del siglo, aunque se anuncien temperaturas primaverales para dentro de dos semanas. No me escucharán pedir el fin de internet, de la electricidad, los motores y las máquinas, y la vuelta a las cavernas, los arados, los bueyes y la oscuridad. Todo lo contrario, soy un ferviente defensor de la ciencia, la tecnología y un optimista sempiterno.

Nada que ver con los apocalípticos antivacunas que cacarean contra la tecnología 5G porque, según ellos, es poco menos que el Anticristo. Son los mismos que dicen que nieva plástico porque, cuando lo queman con un mechero, el bloque helado no se derrite, sino que ennegrece sin más por el principio de sublimación, un hecho que los pobres chamanes del tuit desconocen, como tantas otras cosas.

Sin internet nuestra vida sería mucho más complicada. Sin internet, para empezar, esta peste de comienzos de siglo se habría extendido con mucha más virulencia y habríamos perdido a muchos más, al no poder recurrir al teletrabajo.

Sin embargo, como con todo, hay que ser cautelosos. En un mundo donde a través del mismo móvil podemos desde operar en bolsa hasta compartir datos e imágenes personales tan sensibles que no se las facilitaríamos a nadie, hay que cerrar la puerta con mil llaves en cuanto salimos de “casa”. Andarse con mil ojos, vaya. Desde lo que subimos a las redes sociales o las compras que realizamos hasta el “clic” más nimio, todo deja una huella, un rastro sobre el que se lanzan ávidos los “buitres” de internet, a los que damos permiso tácito cada vez que nos conectamos para trapichear con nuestros gustos, hábitos y creencias. Para que todos lo entendamos, desde que nos levantamos y agarramos el celular estamos rellenando una encuesta permanente que concluye cuando nos acostamos y soltamos el aparatejo. Y aún más, porque la propia cámara del móvil, del portátil o de la tableta puede ser pirateada y servir de espía al “Gran Hermano”.

Así, internet se convierte en una suerte de bazar donde las masas de consumidores son fácilmente manipulables en todos los campos, desde la moral a la política, sin necesidad de grandes argumentos ni tratados filosóficos o políticos. El populismo de hoy es, por eso, quizá el más patético, simple y peligroso de todos, porque apela solo a nuestro instinto. Cuidado, no nos dejemos tratar cual marionetas

Humberto Montero

Si quiere más información:

.