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Columnistas | PUBLICADO EL 07 junio 2022

Nos da lo mismo

Desde el año 2010 el apoyo a la democracia como forma de gobierno ha venido cayendo sistemáticamente, mientras que la indiferencia ante ésta ha crecido en la misma proporción.

Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com

Algunos días después de las elecciones presidenciales de primera vuelta, un grupo de personas nos reunimos para analizar estos resultados. Para hacerlo, invitamos al consultor político Miguel Jaramillo. De todo lo discutido, llamó la atención los resultados del Latinobarómetro (2021), encargado de estudiar el desarrollo de la democracia en América Latina.

Según este, 49 % considera que la democracia es preferible, mientras que el 27 % se identifica más con la frase: “A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. Mirando en detalle la encuesta, en Colombia, el 43 % expresó que daba lo mismo tener democracia que cualquier otro sistema político.

El resultado de las elecciones en la primera vuelta en Colombia parece ser coherente con lo que indica esta encuesta. Con la excepción del año de la pandemia (2020), desde el año 2010 el apoyo a la democracia como forma de gobierno ha venido cayendo sistemáticamente, mientras que la indiferencia ante esta ha crecido en la misma proporción. Es quizás por este desdén social que, en medio de un debate nacional televisado, ante la pregunta de si en Colombia existe democracia, el candidato Gustavo Petro respondió negativamente y, sin embargo, fue quien más votos obtuvo en las últimas elecciones. La contradicción es evidente.

En medio de la incredulidad, cualquier opción política se vuelve viable. Ya no hace falta necesariamente que se respeten las reglas del juego o que se reconozcan unos mínimos acuerdos sociales para gobernar. Así las cosas, la disrupción se vuelve la norma. Entre más extravagante, novedosa o ambiciosa la propuesta, más parece gustar. El discurso reposado y responsable es rechazado en las urnas, mientras que su opuesto es premiado con vítores de ¡viva el cambio! Y, sin embargo, no se establece con claridad qué significa el cambio.

Esta situación, más que indignación, requiere comprensión. ¿Por qué se está dejando de creer en la democracia? ¿Cuáles son las expectativas de la sociedad que no han sido satisfechas durante la última década? ¿Cuáles son las formas estéticas que están siendo rechazadas? ¿Qué falta para actualizarla? Estas son solo algunas preguntas que pueden tener pertinencia en lo que debe ser una profunda reflexión sobre el método de gobierno que nos rige. Son muchos los aspectos de esta época convulsionada que deben estudiarse y entenderse, pero quizás el estudio sobre la democracia es uno de los más urgentes, pues esta es en últimas el pegamento que nos debe ayudar a unir y a vivir en armonía como sociedad.

Los mencionados populistas son el germen de la debilidad democrática, pues estas personas, indiferentes a las normas y a los acuerdos, sin pudor prometen corregirlo todo con fórmulas fáciles que ilusionan, pero no cumplen. Es posible que haga falta emocionar nuevamente, recordar en especial a las generaciones más jóvenes lo que existía antes de la llegada de la democracia a nuestros países y lo costoso que esto ha sido. También, que, afortunadamente, muchos en este país solo conocemos lo que significa vivir bajo este sistema político, que puede haberse vuelto parte del paisaje, pero que, aunque aburrido e imperfecto, es mejor que otras alternativas. La palabra clave es comprender, para poder corregir el “nos da lo mismo” y evitar que esta actitud creciente entregue el poder a quienes pretenden gobernar de acuerdo con esta apatía  

Federico Hoyos Salazar

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