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Racismos subsistentes: Eran los 80: la década de la infancia, las tardes de juego en la calle con los vecinos que se interrumpían cuando la mamá llamaba al orden porque “mañana hay que madrugar” o “ya está servida la comida”.
En una de esas tardes llegó el abuelito de uno de los niños del barrio: un señor de piel blanquísima y ojos claros; muy “buen mozo” como lo definían algunas señoras y el mismo que una tarde decidió regalarnos unas galletas. Y ahí, en medio de su acto de generosidad apareció un...
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