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Por Daniel González Monery
Universidad del Atlántico
Lic. Ciencias Sociales, semestre 8
moneri11@hotmail.com
Como si este gobierno no fuera ya suficiente humillación para los colombianos, lo es aún más el hecho de que una de sus máximas dirigentes, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, salga a decir públicamente que: “No es estar atenidos a ver qué hace el gobierno por cada uno de nosotros”, en un tono casi ofensivo y altivo. Como si el Estado no se beneficiara de los impuestos que cada año percibe de los contribuyentes, como si ella fuera la dueña de los dineros públicos o como si su gobierno llegara eficazmente a todo el país.
Y es que decir que en el país somos unos atenidos, ni siquiera se ajusta a la definición que la Real Academia Española hace del término: una persona que gusta de vivir a costa de los demás. Claramente aquí nadie vive de las limosnas del gobierno, pues son más los que trabajan. Porque una sociedad donde abundan el hambre, el desempleo, la desprotección y el abandono, no se puede calificar con otra palabra que no sea la de necesitados o desamparados.
La vicepresidenta parece olvidar que el Estado que ella representa tiene la obligación de dar solución a las necesidades del pueblo, el mismo que la eligió y que ella hoy, en una actitud absolutamente reprochable, desprecia y denigra pero que a la vez la deja como lo que es: una dirigente inhumana que no comprende el sufrimiento de los más vulnerables. Aunque esta voz de mando rancio, ya la habíamos escuchado en la frase de la senadora María Fernanda Cabal; “estudien, vagos”, ambas dignas representantes de su clase.
La gente aquí es trabajadora, echada para adelante, pero poco dada a exigir y hacer valer sus derechos. Lo dicho por la vicepresidenta es una ofensa para los que todos los días se levantan a producir con o sin pandemia, y para los que esperan la poca ayuda del gobierno, los deja como si fueran unos zánganos.
Sin duda una bofetada cargada de vanidad que viene de alguien que lo ha tenido todo. Una bocanada de clasismo. Me pregunto si la vicepresidenta cree que su despectiva expresión describe la tragedia de quienes tienen hambre. Nadie hoy quiere estar en su casa. Pero es claro que en Colombia no hay atenidos, sino un pueblo necesitado.
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