viernes
3 y 2
3 y 2
La dinámica del mundo moderno genera diariamente un torbellino de hechos que atiborran la mente de información y generan motivos de reflexión, incertidumbre y, con frecuencia, angustia. Esta constante ha sido especialmente intensa en estos días en nuestro país, para quienes hemos vestido el uniforme y conservamos el alma del soldado.
Especial preocupación generan el ajedrez geopolítico que juegan inhumanamente los grandes actores del mundo de hoy en Ucrania, a expensas de vidas humanas y del sufrimiento de millones de personas; las repercusiones que tales hechos puedan tener en la región y específicamente en Colombia y sus relaciones vecinales; la cercanía de las elecciones parlamentarias y su efecto en las presidenciales y su impacto en la suerte futura de nuestro país; y, finalmente, el cuestionamiento acerbo sobre el actuar de los miembros de la Fuerza Pública.
Preocupan los hechos, pero también la crítica, no siempre constructiva, pero muchas veces lesiva, de importantes medios de comunicación y políticos en búsqueda de votos, sobre el accionar de algunos miembros de la Fuerza Pública. Ello obligó a las diferentes organizaciones de la reserva a sacar un comunicado conjunto en el periódico de mayor circulación, mediante el cual “rechazan todo acto indigno o delincuencial que, al margen de la ley y de los principios institucionales, cometa cualquiera de sus miembros”, pero también “las falsas acusaciones, las noticias adulteradas, los juicios temerarios sin el debido proceso, el irrespeto sistemático contra la legítima autoridad, la difamación y el desconocimiento de la presunción de inocencia”.
Es esencial que el accionar de los organismos responsables de la seguridad esté sujetos a la observación continua y evaluativa de la ciudadanía, de los entes de control y de los formadores de opinión; pero ello debe estar inspirado en el cuidado de las fuerzas armadas, como uno de los bienes públicos más preciados del Estado, y en la crítica constructiva, que corrige y educa.
Mi dilecto amigo, el sacerdote Carlos Novoa Matallana S.J., se refería en la celebración de sus cincuenta años de vida como jesuita al concilio Vaticano II, realizado entre los años 1962 y 1965, el cual buscó propiciar el cambio en una Iglesia que se encontraba anquilosada en el tradicionalismo, en las ataduras del poder, y de espaldas a las angustias de la humanidad. Buscó también la renovación moral de la vida cristiana, ajustar la disciplina eclesiástica a las necesidades de los nuevos tiempos y lograr una mejor interlocución con los fieles. No sobra enfatizar que el papa Francisco ha sido un ferviente continuador de tal tarea.
Me refiero a las palabras de mi amigo sacerdote porque sería recomendable que desde la cabeza del gobierno nacional se propiciara un concilio amplio con personas de diferentes grados y estructuras de la Fuerza Pública, con propósitos similares al afán de cambio que se impone en la Iglesia Católica. Este, por supuesto, debe ser un propósito estratégico prioritario del nuevo gobierno