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Con profundo contenido ético y sin faltar a la veracidad para con el electorado, uno de los aspectos más delicados y difíciles para encauzar una campaña electoral es el relacionado con la construcción del mensaje político adecuado. Para que este sea adecuado, es necesario que recoja cuatro valores sociales imprescindibles: poder, autoridad, certeza y libertad. Hay que construir un mensaje que haciendo referencia directa, incluso utilizando estas palabras, no deje duda al electorado sobre la veracidad y fuerza del mismo.
Por otra parte, es menester tener en cuenta que la elaboración y fuerza, así como los énfasis, dependen de la personalidad del candidato, del momento histórico político y la necesidad ciudadana por recuperar un criterio de valor perdido o desdibujado.
Por ejemplo, cansados de mensajes de alto contenido moral, pero ambiguos en su real significado, los demócratas en Estados Unidos se empeñaron en construir un mensaje en el que se destacaba la necesidad de actuar inteligentemente: “la forma inteligente de actuar siempre apunta a un motivo de prudencia o interés propio que no depende de consideraciones morales. No se trata de abandonar las consideraciones morales, sino de enfatizar que la salud de los norteamericanos depende de su forma inteligente de actuar”. Hillary Clinton hizo énfasis en el uso inteligente del poder. En un momento de polarización y de ideologías oscuras, hablar en un lenguaje universal de lo inteligente tuvo un gran efecto en los electores, pues abandonó el sistema meritocrático, que separaba a los preparados de los no preparados, para acudir a un mensaje universal. Todos son inteligentes y el poder quiere reconocer la inteligencia como opuesto a lo estúpido. Frente a la guerra en Irak, Obama, en un discurso sobre actuación inteligente, dijo: “Yo no me opongo a todas las guerras. A lo que me opongo es a esta guerra estúpida.” Aristóteles decía que “el buen gobierno se caracteriza por la sabiduría práctica y la virtud cívica”.
Se creó una especie de reacción populista contra la meritocracia. La idea de que solo los más preparados podían gobernar se reemplaza por el principio igualitario de la inteligencia. El gobierno para la gente inteligente, que son todos los norteamericanos. Se dio contenido a la vieja expresión utilizada por JFK de “América para los americanos” y de Trump, sobre la necesidad de usar la inteligencia, más que la preparación, para llegar a los altos niveles de empleo.
No hay juicio moral sobre qué es la inteligencia, simplemente todos los somos y solo se requiere un gobierno que crea en lo que todos creemos.
Por el fenómeno de la polarización, en Colombia también se requiere un mensaje contundente, neutro a consideraciones de valor, pero que encarne los cuatro factores: poder, autoridad, libertad y confianza, indispensables para enfrentar el descontento social y volver a concebir una verdadera política del bien común. Así las cosas, seguridad con libertad y confianza, parece ser el mensaje más contundente y adecuado. A partir de allí se desarrollan los diferentes discursos