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Un salto de diez metros los separaba de ganar la medalla de oro. Cuando pusieron sus pies al borde del trampolín, los británicos Tom Daley y Matty Lee sintieron en sus hombros toda la presión del momento. Como lo habían acordado, Matty dijo “listo” y Tom contó hasta tres en voz alta. En una sincronía perfecta se lanzaron del trampolín, hicieron un par de vueltas acrobáticas con sus cuerpos, y entraron de manera perpendicular al agua. Perfección absoluta. Salieron del agua, con la conciencia de que habían terminado de crear un momento de máximo desempeño. Nerviosos, esperaron la evaluación de los jueces. Se preguntaron si habían logrado finalmente vencer a los rivales de China. Cuando escucharon la voz metálica del juez consagrarlos como campeones olímpicos, la alegría de Tom Daley, Matty Lee y de su entrenador estalló.
Cuando salió al podio, con la medalla de oro colgando de su cuello, mientras se escuchaban las notas del himno de Gran Bretaña, a Tom Daley se le aguaron los ojos. Habían pasado exactamente veinte años desde su primer salto de trampolín, desde cuando su papá, quien murió hace más de una década, lo había acompañado y animado a practicar este deporte. También se culminaba un sueño anhelado que no se había vuelto realidad. Tom también tiene que haber pensado en aquel momento en su hijo de tres años, quien se convirtió en su motivación principal para persistir en la búsqueda del oro. De hecho, Tokyo-2020 fue su cuarta olimpiada y la medalla de oro llegó finalmente después de trece años de actividad atlética profesional.
Además, durante su encuentro con la prensa, Tom Daley, quien es un reconocido activista de la comunidad LGBT, dijo que no solo estaba feliz de ser un campeón olímpico, sino de ser orgullosamente un hombre gay. “Me siento empoderado porque cuando era más joven pensaba que nunca podría conseguir nada por ser quien yo era”, dijo. “Espero que cualquier joven LGBT vea que no importa lo solo que te sientas ahora, no estás sólo. Puedes conseguir cualquier cosa”, agregó. Quizás algo que quedará en la historia, además que el salto perfecto de Daley y Lee, es la reacción de alegría del esposo del campeón olímpico, Dustin Lance Black, el célebre guionista de la película Milk, con la cual en el año 2008 ganó un Oscar. Las imágenes de la celebración de Dustin por el logro extraordinario de su esposo se hicieron virales en las redes sociales.
La victoria de Tom Daley nos regala una lección importante para la vida también de quienes nunca vamos a ser campeones olímpicos; que el éxito es el resultado de un largo camino marcado por la disciplina y la persistencia detrás de un sueño grande que, por su tamaño, nos exige crecer e ir más allá de nuestros límites. Es el producto de fallos que se convierten en aprendizajes fundamentales y de una plenitud que se expande a todas las áreas de la vida. Porque todos en la vida tenemos un oro por conquistar