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Veo un pájaro mayo y se me cae la cara de vergüenza. De niño atrapé uno en mi jaula. Mi corazón de piedra ignoraba que estaba ante un furioso defensor de la libertad. Dándose contra los barrotes me notificó que prefería el suicidio al traje a rayas del presidiario. Rápido lo devolví a su cambuche entre el viento.
Felizmente, ahora puedo compartir con los mayos y con sus colegas alados mi tiempo libre, mi ocaso y mi pensión traducida en plátanos.
Recordé mi detestable comportamiento con los mayos a...
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