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Los precandidatos presidenciales han priorizado tres temáticas de conformidad con las encuestas de opinión. Estas son la inseguridad, la salud y el sistema energético dado un probable fenómeno del niño y la transición energética. Algunos expertos y tanques de pensamiento han añadido “el despelote fiscal”, como lo denomina el exdirector de Planeación Nacional, Armando Montenegro. Estos temas son trascendentales para el bienestar de la gente, aunque parecen ser coyunturales.
Abordar esos tres temas deja de lado un tema estructural y prioritario como la educación. El mal gobierno “del cambio” en este cuatrienio lleva obviamente a que las personas encuestadas enfaticen lo que más les afecta en el momento. Sin embargo, la educación es trascendental para nuestro país y debería ser considerada por los precandidatos como un tema prioritario.
La educación resulta crucial para un país altamente desigual como Colombia (Índice de Gini 54,8, 2021-2023 el más alto en 79 países, WB (2025)); está comprobado desde los años 50 que, a mayor educación, mayores ingresos, mayor productividad y empleabilidad, y sobre todo mayores oportunidades y movilidad social. Una de las variables importantes en Colombia que, según el Dane, determina la pobreza es precisamente la baja o nula educación.
Un mayor capital humano combinado con un mayor capital social (lo comunitario, por ejemplo) también tiene efectos importantes que favorecen condiciones para un mayor crecimiento económico y desarrollo humano, así como para impulsar mayores oportunidades. Lo anterior se confirma en el testimonio de ONGs en Colombia, como la Fundación Secretos para Contar, la cual fomenta la lectura mediante estrategias, contenidos y capacitación para niños y adultos; o el caso de la Fundación Ratón de Biblioteca que promueve la lectura, escritura y el desarrollo integral de niños y familias en barrios populares, mediante bibliotecas comunitarias para fomentar la cultura, la creatividad y la construcción de ciudadanía. Es decir, la educación también “es para la vida y para la formación ciudadana”, según directivas de esta última Fundación. Lo anterior es una contribución trascendental de la educación, y dichas fundaciones, en un país intolerante y agobiado por una violencia que no cesa.
Una educación de calidad, además, contribuye a una menor polarización; tal como plantean Moreno y Gortazar (2024) en Educación Universal, en razón a lo expuesto por Estanislao Zuleta (1985,1995), el rol de la educación no es solo enseñar a pensar o saber y memorizar, sino comprender problemas, aprender a estar equivocados y a debatir sin aniquilar al otro.
Las deficientes coberturas en primera infancia, en la media, en la técnica, tecnológica y universitaria, las dificultades en la continuidad en los ciclos educativos y, sobre todo, las deficiencias en calidad limitan dichos impactos de la educación. Hoy más que nunca se requiere de más y mejor educación, de una menos instrumentalista que promueva el pensamiento crítico, la creatividad y la ciudadanía; una educación para la vida, la felicidad y también humanista en contraposición a La sociedad del cansancio del filósofo Han. Por esto, la educación debe ser prioridad en la agenda de los precandidatos y de nuestro país.
