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La naturaleza está desapareciendo a un ritmo alarmante y tendrá consecuencias potencialmente catastróficas en zonas ambientales claves como es el caso de la Amazonía.
Por Mauricio Perfetti Del Corral - mauricioperfetti@gmail.com
La última pandemia ocurrió hace apenas cuatros años. Ésta tuvo efectos económicos inmediatos: el crecimiento económico fue negativo, aumento en la deuda pública, mayor desempleo y pobreza. También tuvo efectos económicos posteriores como mayor inflación mundial y, consecuentemente, mayores tasas de interés que obligaron a realizar ajustes macroeconómicos.
Desde entonces, la generación de empleo y la reducción de pobreza no han logrado volver a sus niveles prepandemia o, al menos, rompieron las tendencias positivas de la última década. También se generaron efectos negativos en morbilidad, esperanza de vida, salud mental y calidad de la educación.
Quizás la perspectiva menos comentada acerca de la pandemia es su relación con el medio ambiente, la biodiversidad y la conservación. Al respecto, David Quammen, escritor estadounidense de ciencia y naturaleza, escribió lo siguiente cuando apenas comenzaba la pandemia:
Invadimos los bosques tropicales que albergan una enorme cantidad de especies animales y plantas; y, en el seno de estas criaturas, multitud de virus desconocidos. Talamos árboles; matamos animales. Alteramos ecosistemas y provocamos que los virus escapen de sus huéspedes naturales. Cuando esto ocurre, los virus necesitan un nuevo huésped. A menudo, ese huésped somos nosotros. El Covid-19 fue -y sigue siendo parte de una serie de decisiones que estamos tomando los humanos.
Para entender esta expresión vale reflexionar sobre las cifras y análisis que presenta el Informe Planeta Vivo 2024 publicado una semana antes de la COP16 por WWF. Este comienza con una contundente frase “la biodiversidad sustenta la vida humana y, en consecuencia, nuestras sociedades. Sin embargo, todos los indicadores del estado de la naturaleza a escala mundial muestran un declive”.
Según este informe, después de un seguimiento de 5495 especies de anfibios, aves, peces, mamíferos y reptiles, en los últimos 50 años, se ha reducido el tamaño medio de las poblaciones de fauna silvestre en 73.0%, mientras que en las especies de agua dulce la reducción es del 85.0%, las terrestres del 69.0% y, finalmente, las marinas del 56.0%.
Por regiones del mundo, se destaca América Latina y el Caribe, con “un preocupante” descenso de las especies del 95,0%; mientras en África es del 76,0%, Asia Pacífico del 60,0%, Europa y Asia Central del 35,0% y Norteamérica del 39,%. Según este informe, las dos últimas regiones reflejan impactos a gran escala desde antes de 1970.
El informe explica como principales causas la degradación y pérdida de hábitats presionados por el sistema alimentario humano, la sobreexplotación del suelo y los bosques; y, en consecuencia, las especies invasoras y enfermedades. Se destaca “que la naturaleza está desapareciendo a un ritmo alarmante y tendrá consecuencias potencialmente catastróficas en zonas ambientales claves como es el caso de la Amazonía”.
Este informe concluye con la afirmación “no es exagerado decir que lo que ocurra en los próximos cinco años determinará el futuro de la vida en la Tierra”. Se pensaba que la pandemia nos haría más conscientes de la necesidad de cuidar y regenerar el medio ambiente, pero parece que no ha sido así, seguimos siendo una humanidad insensata.