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Matarife a la tailandesa

En el gobierno de Gustavo, la coherencia y la ética parecen ser criterios secundarios cuando se trata de premiar a aquellos que comparten una visión radical y cuestionable del mundo.

13 de diciembre de 2024
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  • Matarife a la tailandesa

Por Sofía Gil Sánchez - @ladelascolumnas

“Quiero una niña salvaje que no se cuide las uñas ni se afeite la vagina, bien marrana entre las sábanas, que de vez en cuando los viernes me deje plantado, que se drogue poquito, pero con varias cosas, una niña sin garantías con la que siempre tenga que usar condón”, tuiteó hace unos años Daniel Mendoza Leal, el nuevo embajador de Colombia en Tailandia.

Pocos meses antes, Gustavo afirmó que “el servicio exterior de Colombia ha sido utilizado históricamente por la oligarquía para repartir puestos entre sus allegados. No representan al pueblo colombiano”.

Este nombramiento revela la verdadera meritocracia (o matarifecracia) del gobierno de Gustavo y le plantea un gran desafío a sus acérrimos defensores: justificar que alguien con antecedentes públicos cuestionables asuma la representación diplomática de un país que necesita reconstruir su imagen internacional.

La experiencia de Mendoza se resume en una serie que la Corte Constitucional calificó como un “ejercicio periodístico irresponsable” y “sin sustento fáctico serio,” evidenciando su habilidad para difundir teorías conspirativas y opiniones sensacionalistas. Pero más allá de su pasado como narrador del conflicto, lo que realmente sorprende es la decisión de premiar a alguien con un historial público tan incompatible con la seriedad y la responsabilidad requeridas en la diplomacia. El mismo que fue recibido como un héroe por el combo que se robó a Medellín, parece encarnar todos los valores de este gobierno. En 2021 fue acusado de abuso sexual, un proceso que aún no ha concluido, pero que aparentemente fue el antecedente idóneo para nombrarlo como diplomático en un país con el que Colombia busca fortalecer lazos comerciales y culturales, y cuya política internacional exige delicadeza.

La embajada de Mendoza no es un caso aislado. En el gobierno de Gustavo, la coherencia y la ética parecen ser criterios secundarios cuando se trata de premiar a aquellos que comparten una visión radical y cuestionable del mundo. “El que los Delata” con su historial lleno de escándalos y declaraciones problemáticas, se convirtió en el símbolo perfecto del “cambio”.

Parece que, por más desagradables, reprochables e incluso ilegales que sean las acciones de una persona, si cumple con el sagrado mandamiento del petrismo de odiar al otro y venerar a su mesías... tiene garantizado un puesto en el gobierno.

Tailandia merecía algo mejor. Colombia también.

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