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El sistema de trabajo actual no solo enferma, está matando. Lo afirma en Muriendo por un Salario, Jeffrey Pfeffer, profesor de Stanford y autor de 15 libros sobre teoría organizacional y recursos humanos.
Cada día se trabaja más horas, muchas sin recompensa económica, no hay descanso ni en las noches porque permanentemente los jefes, abusando, envían correos y mensajes como si la jornada laboral fuera determinada por ellos, una forma de esclavitud moderna solapada.
No solo eso, sino el estrés que generan los despidos incluso después de haber servido con dedicación, la falta de prestaciones laborales, la inestabilidad y la sobrecarga para asumir las tareas de quienes son despedidos. Todo eso está afectando al trabajador.
Contratos de 10 meses, ya hasta pensión por días u horas planean los genios de la economía. Una flexibilización que favorece solo al empleador y mina los derechos del empleado a la buena salud.
En Estados Unidos, calcula el autor, el estrés se relaciona con la muerte de 120.000 trabajadores y US$300.000 millones en pérdidas.
Para Pfeffer, el problema es que ahora todo el negocio se centra en los accionistas: ganancias a como dé lugar, incluso en contra de quienes hacen que estas sean posibles.
Por eso, como escribiera en El País de España, Eliane Brum, los años no comienzan ni terminan, solo se juntan unos a otros, como los meses y los días. Exhaustos y corriendo, afirma, y así vamos a seguir.
Las personas no son personas sino sujetos de desempeño y producción, medidos solo por las ganancias.
Se exige hacer varias tareas a la vez, una involución en vez de evolución, como la plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han, pues solo los animales silvestres tienen que vivir así: mientras comen, vigilando para que no se los coman y cuidando la manada. Pero se pide eso al trabajador, aumenta el estrés y daña la salud.
Un estrés que, se sabe por estudios, responde por 50 % de los días laborales perdidos.
La recomendación de Pfeffer es dura: el empleado debe cuidar su salud y “si vas a trabajar a un lugar donde no te permiten equilibrar tu vida laboral y tu vida familiar, tienes que irte”. Más fácil decirlo que hacerlo por temor y en un medio en el que sin problema un empleado de 2 millones se remplaza con uno de 1 millón en condiciones más precarias.
No queda duda: morimos por un salario. Y no es justo.
Maullido: nula defensa de la ciudadanía hizo el empresariado paisa en la crisis del aire.