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La mejor alternativa para resolver los problemas sociales de una nación depende del contexto específico, con respuestas que pueden variar entre la “mano invisible” del mercado y la “mano visible” del Estado. Ambas tienen ventajas y desventajas, sugiriendo que lo mejor es un equilibrio entre ambas. La reforma a la salud de este gobierno parte de un sesgo ideológico que excluye por inmoral la presencia del mercado en los servicios de salud.
La “mano invisible” del mercado es un concepto introducido por Adam Smith en 1776 quien sostenía que el mercado, a través de la oferta y demanda, puede autorregularse para asignar recursos de manera eficiente. El argumento central es que los individuos al buscar su propio interés, contribuyen al bienestar general de la sociedad.
Los beneficios de este enfoque incluyen la eficiencia económica, la competencia que impulsa la innovación y la productividad, la flexibilidad en mercados dinámicos que responden rápidamente a los cambios en la oferta y demanda, la reducción de la burocracia y la ineficiencia estatal al limitar su intervención.
Sin embargo, el mercado no siempre aborda desigualdades sociales y puede fallar en proveer bienes públicos como salud y educación, o en proteger a las poblaciones más vulnerables. Es ahí cuando aparece la “mano visible” que no es otra cosa que la intervención estatal que puede llegar a ser crucial para corregir las fallas del mercado, reducir las desigualdades y proveer bienes públicos esenciales.
La “mano visible” del Estado debería enfocarse en aspectos que el mercado no contempla, como son la equidad con el diseño de políticas redistributivas mediante impuestos progresivos y programas de asistencia social, la provisión de bienes públicos tales como la educación, la salud y la infraestructura social en áreas donde no es accesible para todos o el mercado es ineficiente en hacerlo. Esto también incluye la regulación de empresas privadas para evitar que incurran en prácticas monopólicas, proteger el medio ambiente o asegurar condiciones laborales justas.
No obstante, el Estado no siempre es la mejor solución. Cuando se vuelve demasiado intervencionista puede sufrir de ineficiencia burocrática, corrupción o de crear políticas económicas que desalienten la inversión y la innovación.
Los Nobel de economía en 2024, Acemoglu, Robinson y Johnson argumentan que el desarrollo sostenible y equitativo requiere de un equilibrio entre mercado y Estado. Destacan que las instituciones inclusivas son claves para combinar el mercado con un Estado que garantice la justicia social y el acceso a bienes públicos. En países con instituciones excluyentes donde el poder está concentrado en pequeños grupos, las intervenciones del Estado tienden a favorecer a unos pocos, mientras que el mercado por sí solo puede profundizar las desigualdades.
La mejor alternativa de solución es un modelo híbrido inclusivo: el mercado es eficaz para promover el crecimiento y la eficiencia, pero el Estado debe intervenir estratégicamente para corregir fallas, asegurar la equidad y proteger a los más vulnerables. “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.
