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La tragedia que viven los niños que quedan “descuartizados” por el divorcio de sus padres es cada vez mayor y con consecuencias más graves.
Se ha comprobado que los hijos que viven esta situación tienen más del doble de probabilidades de caer en problemas de violencia, promiscuidad, suicidio o drogadicción que quienes crecen en familias intactas.
Además, el divorcio es la causa de tres de cada cuatro suicidios juveniles, de cuatro de cada cinco conductas autodestructivas en los jóvenes y la razón para que uno de cada tres adolescentes se convierta en delincuente.
Aun cuando el divorcio puede ser para los padres la opción para terminar una vida desdichada, para sus hijos significa que ya no podrán crecer al lado de quienes más aman y necesitan: su papá y su mamá. Y por eso es una experiencia devastadora para su vida, que no es tan solo una pena sino de una cadena de dolorosos eventos que trastornan su existencia, porque además de que se derriba su estructura afectiva, el mundo afectivo de los niños se desintegra y quedan atrapados en un terremoto de conflictos y hostilidades.
La posibilidad de perder a uno de sus padres es aterradora para los niños. Además del pavor a quedar desamparados, ellos sienten mucha tristeza por la falta del padre que se va de su casa, angustia porque ellos se hagan daño, ira contra los dos por no darles la estabilidad que precisan, culpa por la furia que sienten contra ellos, ansiedad por no poder controlar la situación, confusión por no saber qué partido tomar... todo lo cual es aterrador para sus hijos.
Es inexplicable que los padres consideren que lo más importante de su vida son sus hijos, pero tantos deciden divorciarse porque “tienen derecho a ser felices”. Si no han encontrado la felicidad al lado de quienes más aman en la vida, ¿cómo esperan hacerlo a expensas de su infelicidad?
El matrimonio es el fundamento de la sociedad. Si las parejas siguen separándose, las familias seguirán desintegrándose y la sociedad descomponiéndose.
Un hogar formado por un matrimonio estable y armónico es una garantía de amor, armonía y estabilidad para sus hijos que les ayuda a crecer sanos e íntegros y, por ende, felices.