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Columnistas | PUBLICADO EL 01 junio 2022

Los colombianos aman los discursos y no atienden a los hechos

Por Manuel Ignacio Ríos Valverde - opinion@elcolombiano.com.co

La mitad del pueblo colombiano (el 50 % que vota) ama los discursos, posiblemente porque la realidad es tan dura y las condiciones de vida tan difíciles que prefieren apegarse a las palabras, más ilusionantes cuanto más engañosas y cubiertas de falsas promesas. Esos colombianos desprecian la verdad y prefieren ocultarse a sí mismos los hechos evidentes, como la pésima experiencia de Gustavo Petro como alcalde de Bogotá, periodo hoy olvidado y dulcificado con toda clase de falacias verbales del candidato, el mismo que dice que será el primer presidente de origen popular en la historia de Colombia. Si hubiera por lo menos un 10 % de la población que conociera esa historia, habría alguna fuerza moral colectiva para desmontarle una de sus tantas mentiras. Dice también el candidato que acabará el régimen de corrupción imperante. Imagina uno las carcajadas de los principales dirigentes de esa campaña, Armando Benedetti, Roy Barreras, Alfonso Prada, Julián Bedoya, Piedad Córdoba o Gustavo Bolívar, todos ellos paradigmas de la política decente y pulcra (según Petro).

Si los hechos y las realidades escarmentaran, los colombianos sabrían que todos los discursos de campaña son fútiles, papel mojado. Palabras que nada valen. Hace justo veinte años llegaba al poder el discurso “contra la corrupción y la politiquería”. Algo se hizo en otros campos, pero la corrupción y la politiquería reinaron sin contratiempos. Luego Juan Manuel Santos aumentó el tamaño de la burocracia y las entidades estatales únicamente con el fin de repartirles recursos a sus aliados. Creerle a Petro que con las compañías que se gasta y sus antecedentes de gobierno va a acabar con la corrupción es de ingenuos. 

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