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Columnistas | PUBLICADO EL 23 marzo 2020

Los ángeles que nos habitan

Por David Escobar Arango *david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“Era un tiempo en el cual la seguridad individual de todos dependía tanto de cada uno que no quedaba espacio para la lástima frente a las angustias de los demás (...) El peligro de la muerte inmediata nos arrebataba todos los lazos de amor, cualquier preocupación por los otros”, escribió hace poco David Brooks, citando a Daniel Defoe, en el libro El diario del año de la peste. Su hipótesis es que las pandemias matan, además, la compasión humana.

¿Será que hacemos tertulia digital sobre cómo responderemos y, más importante, cómo resurgiremos? ¿Seremos mejores que quienes sufrieron las pandemias anteriores? ¿Podremos ser altruistas y solidarios aún con miedo? ¿Podremos sacar a la luz lo mejor que tenemos adentro, esos ángeles que invocó Lincoln en su discurso de posesión: “...the better angels of our nature”? ¿Aprovecharemos, además, esta crisis para imaginar y crear el futuro?

Primero deberíamos redefinir nuestras prioridades. Llegó el día para poner la amistad, la bondad, las conexiones humanas, la ayuda mutua y la cooperación en el centro de nuestras aspiraciones. La cooperación ya no será importante sino esencial. Harari escribió esta semana que en ella tenemos el verdadero antídoto ante la epidemia.

Recordemos, por otro lado, que las empresas son el mecanismo más poderoso de cooperación que ha creado la humanidad. George Washington decía que la consciencia era “la chispa del fuego celestial que hay dentro nuestro”. Las empresas conscientes, que portan esa chispa, ayudarán a salvar el mundo; aquellas que mantienen el ingreso de sus empleados y proveedores, las que se preocupan integralmente por su gente y sus familias en estos días de oscura soledad, las que atienden el desastre social de sus comunidades antes de que llegue el Estado. El público nunca olvidará esos gestos ni a esos líderes.

Si invocamos a esos ángeles que nos habitan tal vez podramos no solo responder lo mejor posible, salvar el mayor número de personas de una muerte prematura, sino imaginar y construir un nuevo mundo. Un nuevo capitalismo, un modelo social y político más justo, más transparente, que exija más de nuestros líderes. Un mundo donde el principal activo sea la confianza; en el que las personas volvamos a confiar en la ciencia y las empresas, los ciudadanos en los líderes y los países entre sí. El mejor artículo que leí esta semana fue uno de Otto Scharmer, que sugiere que de esta situación podríamos salir más ecológicos, más conscientes de que nuestro comportamiento afecta a todo el planeta, más cuidadosos de a quién elegimos y más claros en que tenemos una decisión frente a nosotros: ¿ego o eco?

Dos ideas para incitar al diálogo. La primera de Dickens, al final de Historia de Dos Ciudades: “Veo una hermosa ciudad y una gente brillante que resurge del abismo y, en su lucha por ser realmente libre, en sus triunfos y sus derrotas, a lo largo de los años venideros, veo el mal de estos tiempos y de los tiempos pasados (...) gradualmente haciendo expiación por sí mismo y desgastándose”. La segunda de Confucio: “Para cambiar el mundo debemos primero cultivar nuestro interior”.

Ojalá en el futuro podamos decir que estos fueron los tiempos de la solidaridad, la compasión, el amor y la esperanza. Que en unos años miremos hacia atrás y celebremos que, un día, en nuestro corazón, despertó un ángel.

* Director de Comfama

David Escobar Arango

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