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Por Yacine Djibo
Como muchos que trabajamos en la salud pública, especialmente en el subsahara africano, llevo toda mi vida esperando una vacuna contra la malaria. E incluso más tiempo: sufrí de malaria severa cuando tenía diez años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de respaldar la primera vacuna como una herramienta complementaria para su uso generalizado entre los niños en áreas de riesgo, incluido mi país, Senegal. Este anuncio, aclamado como “histórico” por la OMS y expertos en salud mundial en todo el mundo, es motivo de celebración. La malaria es una enfermedad prevenible que prácticamente se ha eliminado en los países ricos y, sin embargo, mata a unas 400.000 personas al año, en su mayoría niños africanos.
Si bien este es un momento decisivo para la salud mundial, la vacuna, llamada Mosquirix, tiene una eficacia modesta y previene alrededor del 30 por ciento de los casos graves de malaria. No es perfecta y no será una solución milagrosa.
Para salvar la mayor cantidad de vidas, los países tienen que permanecer comprometidos con ampliar los equipos de trabajadores de la salud locales para responder a los casos y aumentar el acceso al conjunto adecuado de herramientas, como mosquiteros y medicamentos antipalúdicos, para prevenir la enfermedad.
Inspirada en parte por mi propia experiencia con la malaria y las disparidades que he visto al recibir tratamiento, fundé una organización sin fines de lucro, Speak Up Africa, hace diez años, para defender las soluciones que se desarrollan en África para abordar los desafíos de salud pública que enfrenta el continente. La malaria está en la parte superior de la lista, ya que, posiblemente, tiene el mayor impacto en el desarrollo económico y social de las naciones africanas. Pero otras enfermedades endémicas, a menudo agrupadas como enfermedades tropicales desatendidas, necesitan mayores inversiones en investigación y desarrollo.
África debe estar en el centro de estas inversiones. El continente es un terreno fértil para la innovación en el cuidado de la salud y más allá, y estoy convencida de que de aquí surgirán más soluciones para combatir la malaria y otras enfermedades mortales.
Los países necesitan sistemas de salud sólidos que puedan ofrecer las mejores herramientas de prevención, incluidas las vacunas. Esto incluye invertir en cientos de miles de trabajadores de salud comunitarios adicionales, que pueden ir de puerta en puerta en comunidades remotas y rurales para detectar, diagnosticar, tratar y notificar más rápidamente los casos de malaria y otras enfermedades. La nueva vacuna contra la malaria tendrá más éxito si es un complemento de otras medidas, como los mosquiteros, los medicamentos antipalúdicos y la fumigación en interiores de las casas. Los países africanos también necesitan acceso a datos epidemiológicos de alta calidad para comprender dónde se corre mayor riesgo de contraer infecciones, dónde se está afianzando la resistencia a los insecticidas y a los medicamentos y qué herramientas funcionan mejor en las comunidades locales.
Este hito en la lucha mundial contra la malaria también debería impulsar una mayor inversión en vacunas adicionales que ya están en proceso para garantizar un mercado saludable, pero también en otras herramientas nuevas muy necesarias, como la vigilancia genómica, para estar un paso por delante de la creciente resistencia a los insecticidas y medicamentos.
El covid-19 le ha enseñado al mundo que la fabricación de vacunas en África debe expandirse para poner fin a la pandemia actual y prevenir las futuras. Actualmente, África importa el 99 por ciento de sus vacunas.
Una nueva Agencia Africana de Medicamentos, dependiente de la Unión Africana, se lanzará en noviembre con el objetivo de mejorar la regulación de seguridad de los productos médicos en el continente.
El fabricante de vacunas de covid-19, BioNTech, está considerando a mi país, Senegal, como un posible centro de fabricación para futuras vacunas de ARN, no solo contra covid-19, sino también contra la malaria y la tuberculosis. Junto con el VIH / Sida, estos siguen siendo los principales asesinos del continente.
Ha sido necesaria una generación para desarrollar la primera vacuna contra la malaria, gracias al compromiso político y al apoyo financiero de muchos socios. Con más inversiones y herramientas eficaces, podemos ser la generación que acabará con la enfermedad para siempre