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No ocurre así en el resto de países ricos donde, según la OCDE, la matriculación va en aumento, pasando de 28 a 31 millones de matriculados en la última década.
Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com
En un mundo sin certezas, resulta un poco agobiante tener que añadir una incertidumbre más, pero la realidad se impone con un golpe seco y es mejor mirarla de frente. Cuenta The Economist en uno de sus concienzudos análisis que las perspectivas de empleo para los graduados universitarios empeoran en todo Occidente. Y que el esfuerzo que exige la academia ya no se está viendo compensado económicamente tras superar los estudios. ¿Es esta otra promesa incumplida?
El panorama inquieta. Si la inclinación es por la tecnología, lo que se ve a diario es que las grandes compañías están recortando puestos de trabajo. Si la esperanza es el derecho, es fácil apreciar cómo la inteligencia artificial va cubriendo todas las áreas de esa disciplina. Enfocarse en la ingeniería implica asumir que gran parte de la innovación, desde los vehículos eléctricos hasta las energías renovables tienen ahora su epicentro en China. En cuanto a la salud, los profesionales de este sector llevan años quejándose de sus bajos salarios y sus condiciones de trabajo extremas. Y ya ni hablar de dedicarse al periodismo.
Según un estudio de Oxford Economics, por primera vez en la historia, la tasa de desempleo de los graduados universitarios estadounidenses es hoy superior a la media nacional. En la Unión Europea la situación es semejante, lo mismo que en Gran Bretaña, Canadá y Japón. Incluso nichos más exclusivos como los de las escuelas de negocios están pasando por tiempos difíciles. La muy elitista Stanford, que en el 2021 se preciaba de que el 91 por ciento de sus graduados encontraba trabajo a los tres meses de haber obtenido el título, vio cómo el año pasado ese porcentaje bajaba al 80.
El dato más revelador se observa al comparar la última década. Si en el 2015 un universitario medio ganaba 69% más que un bachiller, en el 2024 esa diferencia se redujo al 50%. Una posible causa que se baraja es que hay tal proliferación de universidades, incluidas esas que llaman “de garaje”, que el nivel universitario ha descendido. Si cualquier aspirante con poco talento accede a estudios superiores y lo que se imparte es una enseñanza de menor calidad, es lógico que, con el tiempo, los empleadores se cuestionen si vale la pena contratar a un profesional. Eso por no mencionar varios estudios recientes que han demostrado cómo muchos estudiantes son hoy en día funcionalmente analfabetos, pues su capacidad de comprensión de lectura es casi nula.
Indeed, uno de los buscadores de trabajo más grandes del mundo, asegura que los requisitos formativos son cada vez menos exigentes, y que en países como Estados Unidos se emplea cada vez más a personas sin estudios universitarios, de ahí que entre 2013 y 2022 el número de estadounidenses matriculadas en programas de grado se redujo en un 5%. No ocurre así en el resto de países ricos donde, según la OCDE, la matriculación va en aumento, pasando de 28 a 31 millones de matriculados en la última década.
Esta no es una propuesta para evadir la formación, tan necesaria en sociedades que buscan avanzar. Más bien es una invitación a pensar de manera seria y realista en el campo de estudios que se quiere explorar y en la calidad que ofrecen las instituciones. Tal vez así se logre resolver el dilema inicial.