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Profesores pillados

Es innegable que la Inteligencia Artificial puede ayudar a transformar la educación y a mejorar procesos, pero jamás debería convertirse en la que hace el trabajo, ni de los estudiantes ni de los profesores.

hace 12 horas
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  • Profesores pillados

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

En la cotidianidad de la vida académica de colegios y universidades surgió una primera preocupación cuando se vio que los estudiantes comenzaban a usar la Inteligencia Artificial de los chats GPT. El temor inicial era que se convirtiera en una herramienta para hacer trampas en las tareas escolares, pero a nadie se le ocurrió que con ella los profesores también podían encontrar atajos para facilitarse la vida y cruzar una linea ética que ya empieza a ser cuestionada.

Hoy en día, cualquiera tiene al alcance de su mano, en su celular, la posibilidad de usar los chats GPT para encontrar respuestas a todo lo que se ocurra. Pero como se supone que quienes asisten a centros educativos y están en edad de formación deben aprender a desarrollar un pensamiento crítico, se les repite por activa y por pasiva que no deben utilizarlos para sus trabajos escolares. Entre otras, porque el resultado que se obtiene no es producto del esfuerzo investigativo del estudiante sino de la información que le pasa en segundos una máquina, con lo cual la capacidad de análisis humana queda en nivel cero.

Pues ahora resulta que distintos alumnos de prestigiosas universidades estadounidenses han descubierto que esos mismos académicos que les prohiben usar el recurso tecnológico para realizar sus trabajos, emplean chatGPT para diseñar las clases, crear presentaciones y calificar los trabajos sin necesidad de leerlos. Para muchos se trata de un acto de hipocresía que no están dispuestos a pasar por alto y han abierto distintos sitios en internet para exponer a sus profesores.

Uno de los más famosos es Rate My Professors, donde ya se acumulan miles de quejas sobre los casos que van descubriendo y las distintas pistas para detectar que ciertos materiales académicos son producto de la Inteligencia Artificial. Los estudiantes no solo están indignados por lo que consideran un engaño, sino que argumentan que están pagando, muchísimo en bastantes casos, para que les enseñen humanos y no algoritmos. Si ese fuera su interés, ellos harían las consultas directamente y les saldría gratis.

El punto clave de todo esto es la falta de transparencia. Porque es innegable que la Inteligencia Artificial puede ayudar a transformar la educación y a mejorar procesos, pero jamás debería convertirse en la que hace el trabajo, ni de los estudiantes ni de los profesores. Que los académicos oculten que usan esta herramienta solo genera un clima de desconfianza innecesario en un entorno donde las conexiones humanas son vitales.

Quienes se están formando indudablemente tendrán que saber manejar esta tecnología en cualquier campo laboral al que vayan a ingresar, de manera que los profesores deberían estar más preocupados por enseñar a usarla de forma responsable que por prohibirla. Y nada es mejor que predicar con el ejemplo.

Es cierto que lo que se nos vino encima es muy grande y que apenas nos estamos asomando a este nuevo mundo. Pero quienes tienen la responsabilidad de educar deberían estar un paso más allá en la transmisión de valores éticos. Por pura coherencia con lo que significa ser maestro.

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