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Turismo de extinción

Estos barcos contaminan más que cualquier buque de carga que cruza los distintos océanos y polucionan el aire de los puertos donde permanecen atracados.

08 de diciembre de 2024
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  • Turismo de extinción

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

Alrededor de 32 millones de personas eligen cada año viajar en un crucero. Se suben en barcos gigantescos que pueden albergar varios miles de pasajeros y se lanzan a hacer eso que algunos han dado en llamar turismo de extinción, que consiste por ejemplo en ver un glaciar antes de que se derrita, observar alguna esquiva ballena o visitar uno de los pocos lugares en los que la barrera coralina todavía no ha desaparecido.

Muchos viajan convencidos de que al ir en un crucero no tendrán ningún tipo de estrés y que esta forma de desplazarse es más ecológica que hacerlo en avión. Convencidos de que descubrirán múltiples paraísos en pocos días, desconocen el daño desproporcionado que esta industria causa no solo al medio ambiente, sino a los habitantes de tantas poblaciones que se ven afectadas por las hordas que llegan a sus puertos.

Aunque ya sabíamos de las drásticas medidas tomadas por ciudades como Barcelona, Amsterdam o Venecia, que directamente han prohibido el acceso de estos intrusos marinos, poco se había hablado de casos como el de Juneau en Alaska. Sus 32.000 habitantes se ven desbordados por los 16.000 pasajeros que desembarcan cada día en busca de la vida salvaje que cada vez es más escasa. Quienes antes vivían días tranquilos ahora se rigen por el horario que les da la Asociación de Cruceros de Alaska para evitar ir al centro durante las horas pico. Y en lugar de estaciones dividen el año en dos periodos: el de cruceros y el de no cruceros.

Otro caso tremendo es de las Bahamas, que poco a poco ha visto cómo su delicado ecosistema va desapareciendo, especialmente ahora que las grandes compañías de cruceros están comprando terrenos para hacer sus propios resorts y llevar a miles de turistas en sus naves. Estas prefieren pasar por alto que uno solo de los campos de golf que están construyendo poluciona el océano, de tal forma que los corales van desapareciendo y las otrora aguas cristalinas están llenas de algas invasoras. Es irónico que aquello que los turistas están buscando lo destruya la industria que los lleva hasta allí.

Para que quede claro, las emisiones de carbón que deja un viaje en crucero son el doble que las que se producen en un vuelo y una estancia en hotel. Estos barcos contaminan más que cualquier buque de carga que cruza los distintos océanos y polucionan el aire de los puertos donde permanecen atracados. Producen el 25% de toda la basura que hay en el mar, y el ruido y la luz potente que emiten interrumpe la vida marina.

Lamentablemente, la industria de los cruceros crece a un ritmo acelerado y promete duplicarse en los próximos años. De 21 barcos que había en 1970, ahora navegan 515 y cada vez aumentan su tamaño de manera monstruosa. El más grande de todos tiene veinte pisos y capacidad para 7.600 pasajeros, pero ya se están construyendo unos cuantos más grandes. Después de saber esto, ¿por qué alguien podría querer viajar hacinado de esa forma y generando tanto daño?

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